Ya pasaron más de dos semanas del sismo y trabajadores del sector cultural se niegan a volver a sus sitios de trabajo porque consideran que los dictámenes que se han hecho, incluso por los mismos despachos y oficinas que están en la recuperación de iglesias y edificios patrimoniales dañados, no son fiables. Nos dicen que empleados del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Secretaría de Cultura, que agremia a personal del INAH, INBA y CENART, no quieren volver a Reforma 175 —que alberga a unas mil personas—, a la Torre de Investigación del CENART, al Conjunto Aristos, en Insurgentes —donde laboran mil 200 personas—, ni al edificio de La Nacional porque creen que no hay las condiciones de seguridad para resistir otro siniestro. En todos los casos, ya se hicieron al menos tres dictámenes diferentes que coinciden en que no hay daños estructurales y los espacios son habitables. En el caso del edificio Aristos, Protección Civil, gente contratada por el dueño del lugar y la misma Coordinación de Monumentos Históricos determinaron que no hay peligro, pero los trabajadores insisten en que no, que esas evaluaciones no les dan confianza y que, así sea la misma coordinación encargada del rescate de iglesias dañadas la que les diga que todo está bien, no van a volver porque “no hay las condiciones físicas ni psicológicas para desempeñar óptimamente las tareas encomendadas”. En Reforma 175 las propias autoridades están de acuerdo en respetar su decisión de no volver porque tienen miedo. Poco a poco, según, se van a ir reintegrando a sus oficinas. Pero en La Nacional, que alberga oficinas del Palacio de Bellas Artes, ya dijeron que bajo ninguna circunstancia volverán. El miedo es muy comprensible, pero ¿hasta cuándo? ¿Es preciso atender el daño psicológico de los trabajadores?, ¿cómo?

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