“Dejé mi tripa ahí adentro, como en casi ningún libro. No sé si voy a seguir escribiendo, no sé qué más puede seguir”, afirma la poeta , novelista, traductora y periodista (Ciudad de México, 1955) sobre (Tusquets Editores), una fragmentaria que nace de sucesos familiares pero que ansía alumbrar la condición humana.

“No voy a decir que no hay todo un entrecruce de líneas familiares, pero deseo y espero que mi libro vaya más allá de eso, porque mi libro habla de la muerte, habla del tiempo, habla del exilio, habla de las migraciones, habla de México, habla de Bulgaria, porque lo que pretendo es alumbrar la condición humana, no darle al lector un acceso a mi biografía, que no tiene porque importarle a nadie”, señala Moscona.

La escritora regresa a la novela después de una década de haber publicado Tela de sevoya, una novela con tintes autobiográficos que también impregna esta nueva historia confeccionada de historias, muchas de ellas nacidas desde la memoria, de los homenajes a novelas y escritores y del amor por sus orígenes y su lengua materna, el judeoespañol.

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“Hay una herencia que yo recibo, antes que nada está mi amor por el judeoespañol, por el ladino, que en este libro tal vez aparece en menor dosis que en Tela de seboya, pero está más integrado con la historia. En Tela de sevoya había un deseo de que cuando el lector cerrara esa historia le quedara más clara la biografía del judeoespañol, aquí la intención es otra, el judeoespañol está en boca de algunos de los personajes del libro, porque es la lengua en la que se comunican o porque es la lengua con la que salpimentan el castellano contemporáneo”, dice la también autora del poemario Negro Marfil.

En este cuaderno de imágenes y dibujos, que complementan esta colección de retratos, Myriam Moscona manifiesta su admiración absoluta por Marcel Proust, en quien halló un gran eco a sus preocupaciones sobre el tiempo y la memoria.

“León de Lidia desde luego no es una novela convencional, es una novela fragmentaria y con una búsqueda de cierta autonomía en cada uno de los mosaicos, que, sin embargo, adquiere todo su sentido cuando la lectura del libro se ha concluido completa, como una colcha de retazos. Esa imagen fue la que me sirvió para darle una estructura a mi libro. Además no creo que pueda escribir de otra forma en la narrativa, porque vengo de la tradición de la poesía que tiene por naturaleza un perfil fragmentario”.

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