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Entre las 14 mil personas que al año visitan el campus Central de Ciudad Universitaria para explorarlo en visitas guiadas hay una postal de referencia: el gran mural de más de 4 mil metros cuadrados que Juan O’Gorman plasmó en los muros de la Biblioteca Central. “Los visitantes, de cualquier lugar del mundo, traen sus guías de viajeros con fotos de la biblioteca y siempre llegan aquí buscándola”, dice Adriana González, encargada de las Visitas Guiadas e integrante del Comité de Análisis para las Intervenciones Urbanas, Arquitectónicas y de las Ingenierías en el campus CU.

El edificio decorado con ese mural que da un vistazo a la historia de México desde la época prehispánica hasta la segunda mitad del siglo XX se ha convertido, según González, en uno de los más fotografiados del país, y también en ícono del campus Central que este año cumple una década de haber sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Junto a esta obra, el área declarada que cubre 25% de las 733 hectáreas que conforman todo el territorio de CU, hay un conjunto de joyas artísticas y arquitectónicas cuya autenticidad fue reconocida por el Comité del Patrimonio Mundial en julio de 2007.

Una de las principales razones por las que se logró su inscripción, recuerda el arquitecto Felipe Leal, elegido por la UNAM para encabezar las gestiones ante la instancia internacional, fue la autenticidad de esta obra monumental, que conjuga en un solo espacio grandes ejemplos de la arquitectura y la pintura moderna, y que constituye uno de los pocos espacios abiertos con un paisaje único en la ciudad. “Es quizá la mejor obra del siglo XX que representa el espíritu de la modernidad en México, pero que también se basa en una tradición legendaria, por ello están presentes los espacios abiertos, amplios, con una organización espacial que corresponde a las tradiciones mesoamericanas”.

Cuando se buscó la nominación, recuerda, una de las cosas que se querían frenar eran los proyectos de transformación que se pretendían en los espacios abiertos, una de las joyas de este paisaje cultural. “Los espacios abiertos, amplios; esa arquitectura a cielo abierto, con toda la naturaleza, es su mayor riqueza, se complementa con edificios, pero uno de sus mayores valores es la espacialidad, y es la que estaba viéndose amenazada porque para resolver la falta de aulas y de laboratorios, las autoridades universitarias pretendían usar esos ‘terrenos abiertos’, a pesar de que se les decía que no era un terreno, sino un espacio abierto, que era su mayor riqueza. La declaratoria ayudó a detener eso”.

Una década después, gran parte de los edificios y sus obras artísticas están en buen estado de conservación, gracias al trabajo constante que realiza la Universidad. Ahora está en restauración el mural de Siqueiros y atienden los espejos de agua ubicados frente a Las Islas.

Alternativas ante problemas. El arquitecto Enrique de Anda Alanís, investigador en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, considera que 90% del sitio ha mantenido su autenticidad arquitectónica y su paisaje. No obstante, señalan los arquitectos, hay todavía varios pendientes por resolver, como reforzar la difusión del espacio para destacar su importancia como bien nacional; cuidar las áreas de amortiguamiento, es decir, las que están fuera del área declarada; y, sobre todo, crear nuevas estrategias de vigilancia para garantizar la seguridad de las zonas abiertas del circuito que en los últimos meses ha registrado inseguridad y violencia.

“Es un tema de gran sensibilidad, que es un problema que no únicamente le atañe y afecta a la Universidad, sino a la sociedad en su conjunto, pero habría que ver qué nuevas estrategias de seguridad utilizar. La seguridad del campus es un tema que está muy en la piel de los universitarios, que si bien no afecta a su paisaje o a su espacialidad, sí habría que revisar las alternativas para optimizar la seguridad”, indica Leal.

Opina que una manera de solucionar este problema es colocar equipos de vigilancia sin afectar la estructura patrimonial: “El gran error sería llenarlo de rejas o barreras físicas, eso es la negación del espacio público, es como si pensáramos bardear la Alameda Central o el Zócalo. Hay tecnología para tener control de la delincuencia y que los lugares sean seguros, mejorar el alumbrado, poner cámaras de seguridad, hay dispositivos que contribuyen a ello y que no contaminan esa noción de espacialidad que es lo más importante en este sitio”.

Por su parte, el arquitecto Enrique de Anda lamenta que la situación de inseguridad que se vive en todo el país haya llegado a este sitio patrimonial. “¿Qué es lo que se debe hacer?, eso depende del proyecto que tenga la administración universitaria para tener una salvaguarda mayor, no sólo se trata de los edificios, sino de la comunidad. Las personas que usamos el campus y los edificios nos sentimos en peligro constantemente, es un tema de cómo las autoridades de la ciudad y la Universidad toman el tema de la seguridad. Han tomado previsiones, pero deberían de reforzar más la seguridad”.

Adriana González sostiene que se trata de un área difícil de manejar al tratarse de un espacio abierto los 365 días del año, pero considera que una de las mejores formas de preservarlo es difundiendo su valor artístico: “Cuando las personas están conscientes del valor de un sitio, cambia totalmente su manera de percibir el espacio y hace que todas las actividades cambien, ya sea narcomenudeo o grafitear un espacio”, dice. Destaca que al año , CU recibe a unas 14 mil personas en las visitas guiadas, las cuales fueron creadas para difundir la historia y riqueza de este espacio.

Por el contrario, De Anda Alanís señala que a la Universidad le falta sociabilizar más el concepto de patrimonio y su preservación, tanto en la comunidad universitaria como en la sociedad en general: “No se han generado estrategias para que la colectividad, no sólo la universitaria, sepa y comprenda que somos usufructuarios de un bien Patrimonio de la Humanidad... Aquí se tiene toda la infraestructura para aprovechar y explicar cómo un bien del siglo XX se debe mantener vigente, no sólo evitando que se pinten las fachadas, sino cómo la sociedad puede apropiarse de la armonía de ese bien y cuidarlo”.

Felipe Leal añade que la Máxima Casa de Estudios también debe tomar en cuenta las intervenciones que se realizan en las periferias del sitio patrimonial, para evitar casos como la construcción del Edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuya altura fue cuestionada por dañar el paisaje del Espacio Escultórico: “No está en el campus, pero está en la zona de amortiguamiento que también debe cuidarse. Todo bien patrimonial tiene, además de la zona núcleo, una de amortiguamiento, que es un desvanecimiento para que el entorno del bien no se haga agreste”.

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