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París.— El cementerio de Montparnasse fue creado en el sur del antiguo París para evitar que, por razones de higiene pública, los cuerpos siguieran inhumándose en el centro de la ciudad. Era la segunda década del siglo XIX. Hoy, este lugar de 19 hectáreas es tan céntrico como la Torre Montparnasse, un rascacielos de 59 pisos que sólo está a un par de cuadras de este cementerio que es el segundo más grande en la zona de la capital histórica, el llamado París intramuros. El primero es el de Père-Lachaise, que rivaliza con el de Montparnasse por la prosapia o fama de algunos de sus inquilinos.

En Montparnasse están las tumbas de tres mexicanos célebres: Carlos Fuentes, Julio Ruelas y Porfirio Díaz.

En la administración de Montparnasse no son muy pacientes con las preguntas de los visitantes, pero después de insistir, alguien responde a la pregunta de si ahí se encuentran ya las cenizas de Carlos Fuentes.  “No, al parecer aún no ha sido inhumado”, explica un empleado, y sabe quién era el difunto. “Sí, el escritor mexicano. Está en la cuarta división, frente a la rotonda”. Y ahí está la tumba, que aún no aparece marcada en el mapa de mano que prestan para que los turistas y otros visitantes puedan localizar fácilmente a los inquilinos más famosos del cementerio de Montparnasse, como Julio Cortázar, Alain Resnais, Marcel Schwob, Simone Veil, Charles Baudelaire, Eugène Ionesco, Man Ray, Tristan Tzara, Samuel Beckett, Gisèle Freund, César Vallejo, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Marguerite Duras, entre otros.

Sin embargo, Silvia Lemus, viuda del escritor Carlos Fuentes, informó a El UNIVERSAL que las cenizas ya se encuentran en esta tumba de Montparnasse.

La tumba de Fuentes es sencilla pero está ubicada en el lugar quizá más privilegiado del cementerio, justo en el centro, frente a una glorieta con la escultura de un ángel monumental. En el país de las glorietas que es Francia, es curioso que en este cementerio también haya una y muy amplia. Por aquí circulan, a vuelta de rueda, los coches de los visitantes y las carrozas. Con un poco de atención, cualquiera que pase por la rotonda puede ver la tumba de la familia Fuentes, con cuatro nombres grabados: el de Carlos Fuentes y los de sus hijos Carlos Fuentes Lemus (1973-1999) y Natasha Fuentes Lemus (1974-2005). Junto al nombre del escritor sólo está el año de nacimiento (1928) sin que haya sido grabado aún el de su muerte (2012). Y también aparece ya el nombre de Silvia Lemus, igualmente con el año de nacimiento (1945) y por supuesto aún sin la siguiente fecha.

Un muchacho francés que es visitante frecuente de este panteón y que ahora mismo le muestra algunas tumbas a un amigo suyo que no vive en París, me explica que sobre la tumba de los Fuentes es común que la gente deje ofrendas, a veces flores o banderas; otras, mensajes escritos formados con pequeñas piedras o garabateados en un pedazo de papel, justo como dejaron ahora, debajo de una macetita con flores:

“Con toda mi gratitud y admiración”, escribe Alejandra, que firma debajo de una cita de Fuentes tomada de Todos los gatos son pardos: “Lo más fácil entre nosotros será morir; un poco más fácil, soñar; difícil, rebelarse; dificilísimo, amar.”

Este es el homenaje de los lectores a Carlos Fuentes, fallecido hace seis años, y que aquí yace en un eterno exilio funerario en París.

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