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A Alma Guillermoprieto la risa le brota fácil a pesar de que ha sido testigo y ha contado historias de vida en medio de la violencia y la muerte. Su trayectoria en el periodismo, a donde llegó en 1978 tras abandonar la danza, le ha sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018 porque “representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea” y por “su trayectoria profesional y su profundo conocimiento de la compleja realidad iberoamericana”.

La periodista y escritora nacida en México en 1949, que cubrió los conflictos civiles en Nicaragua y luego en El Salvador, donde reveló la masacre del Mozote, fue reconocida con el galardón que otorga la Fundación Princesa de Asturias y que está dotado de 50 mil euros, porque posee “una escritura clara, rotunda y comprometida”.

La autora de Al pie de un volcán te escribo y Desde el país de nunca jamás, es la tercera mujer en recibir el galardón, después de la filósofa española María Zambrano, en 1981, y la fotoperiodista estadounidense Annie Leibovitz, en 2013.

En entrevista telefónica desde Bogotá, Colombia, la periodista que en 1995 dio el taller inaugural de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, invitada por Gabriel García Márquez, y que ha trabajado en The Guardian, The Washington Post, Newsweek, The New Yorker y The New York Review of Books, asegura que el narcotráfico y violencia seguirá por mucho tiempo América Latina.

¿Qué representa este premio para una periodista de historias?

Siendo el Día de la Libertad de Prensa, lo asumo como un premio para mí, pero sobre todo para el oficio y para todos mis colegas reporteros. Lo asumo como una especie de abrazo protector hacia los colegas amenazados.

Usted ha sido muy crítica, ¿el periodismo está a la altura de los tiempos actuales?

Soy crítica porque me parece que es un periodismo deficiente por muchas razones, me parece que hay una razón económica fuerte: los reporteros no reciben el apoyo suficiente ni en cuanto a capacitación ni en cuanto a salario y muchas veces los dueños de los medios piensan que sus empleados son eso, que son empleados y que son reemplazables. Entonces todo eso hace que el periodismo sea un periodismo cada día más frágil.

¿No es un problema de fondo?

Yo insisto mucho en lo económico porque el buen periodismo cuesta y sobre todo el investigativo, que es un periodismo que, por cierto, nunca he hecho yo, pero sé lo que cuesta. Yo más bien haría una distinción entre el periodismo que quieren hacer hoy en día los jóvenes reporteros, idealistas y con ganas de quedarse en el oficio; y un periodismo que yo creo que tiene mucho la culpa de la mala fama del oficio y de la antipatía con que lo ven tantas personas, y es ese periodismo amarillista, oportunista, que es el terreno donde se sembró el periodismo escandaloso muy unido a Twitter y a toda esta información falsa del mundo electrónico.

¿Sigue pensando que el periodismo está muriendo?

Te diría que sí, que el periodismo que hemos conocido se sigue muriendo, pero creo también que el buen periodismo más adaptado a la realidad de los medios electrónicos está empezando a nacer y ver ese dinamismo me ha permitido ser moderadamente pesimista y moderadamente optimista al mismo tiempo con respecto al oficio.

¿Las recomendaciones a los periodistas son las mismas?

Nunca he tenido estudiantes, tengo colegas. Y a los colegas jóvenes con los que he tenido el gusto de compartir algunos talleres les doy las mismas recomendaciones: la curiosidad infinita, el respeto por todas las personas con las que hablan y al mismo tiempo la independencia absoluta, el trabajo que nunca queda satisfecho, sino que siempre busca más.

Pero hay otras dos cosas que yo espero ver, que los reporteros, que las reporteras estudien otras cosas aparte de estudiar en la escuela de periodismo, para que tengan puntos de vista más amplios; sobre todo que estudien las ciencias para que puedan cubrir el nuevo mundo que está naciendo, y así transmitirnos a nosotros, que vivimos en la ignorancia, los cambios que se están dando.

Hace tiempo alertó sobre que el narcotráfico que no se iría, ¿seguiremos hablando todavía mucho de su violencia?

Me temo que sí porque lo que llamamos narcotráfico todavía, en realidad se ha transformado en mafias, que abarcan mucho más que lo que es el narcotráfico y cuya corrupción ha penetrado a todos los extractos de la sociedad y a muchos más países, en Europa, en Europa oriental, en Oriente. Es un problema que se ha globalizado, profundizado e imbricado en la corrupción.

¿Es una guerra muy distinta a la que cubrió en Centroamérica?

Yo nunca he escrito sobre guerras, yo he escrito, si acaso, sobre violencia y sobre conflictos. En realidad las guerras propiamente dichas en América Latina en el siglo XX y lo que va del siglo XXI son muy pocas, en algún momento hubo frentes de combate en Nicaragua y en El Salvador. Lo que ha habido es violencia y yo no he querido hablar sobre violencia, me ha tocado por cuestiones inevitables; en realidad de lo que he escrito es de los seres humanos que participan en ese ciclo de violencia.

¿Sus trabajos siempre hablan de vida en medio de la muerte?

La gente siempre quiere ser alegre y encuentra la alegría, la satisfacción o el afecto en cualquier circunstancia porque si no fuera así, todos ya nos hubieramos suicidado. La fuerza de la vida es mucho más grande que toda la violencia y horror que hemos padecido. Es infinitamente más grande, sobre todo de América Latina.

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