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“Toda mi vida he tenido una relación con los objetos”, recuerda el artista Alan Glass y cuenta que aun hoy, a los 85 años, cuando ve algo lo toma, lo guarda y pueden pasar varios años antes de volver a él. “No hay ley. A lo mejor los objetos estarán ahí cuando me muera”, dice el artista surrealista nacido en Montreal en 1932, que en 1962 llegó a México, donde ha desarrollado la mayor parte de su obra y donde sigue trabajando.

“Ahí viejito, pero todavía de este mundo”, responde el artista al saludo y luego expresa sentirse “muy honrado porque se me da este reconocimiento, estoy emocionado”. El reconocimiento a que se refiere es la Medalla Bellas Artes que hoy a las 19 horas recibirá en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Alan Glass está trabajando, no para de trabajar, reafirma; el trabajo ha sido la mejor manera de comprender lo que es el arte. Toda la vida ha guardado objetos; sus padres le llevaban recuerdos de bodas, y conserva la costumbre de recoger piedras, hojas y miles de cosas más.

“Siempre estoy en búsqueda. Todo el tiempo estoy pendiente, esperando, es una asociación. Hay algo misterioso, el azar”.

En los últimos años, Glass ha desarrollado una nueva serie de grabados y continúa realizando las cajas con objetos ensamblados que le identifican. “Me gustó siempre el grabado y el dibujo, son indispensables para mí. El grabado que hago es punta seca, en placas de cobre; la última serie no la he expuesto, tengo para una exposición. De la otra serie de grabados tiene ejemplares incluso el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York. Para las cajas necesito más el lado del ingeniero para ensamblar”, dice en entrevista.

Los primeros grabados tuvieron textos de Alejandra Pizarnik, a quien conoció en París, y de Leonora Carrington, una de las artistas surrealistas con quien convivió más de cerca.

Glass, quien ha expuesto con la galería López Quiroga, terminó en 2016 una nueva serie de grabados, que tiene por nombre Le Marechal Pharaon 1, 2, 3.

El artista cuenta que trabaja con un ayudante, Salvador Avendaño, y un carpintero, el maestro Cano. “Tengo un ayudante de muchos años, soy viejo, tengo ayuda en la sombrita, que es mi mano derecha; el carpintero está atrás del escenario”.

El mejor maestro para hacer arte, dice Glass, es el trabajo: “No se puede tomar una clase para saber del arte. Trabajando uno va entendiendo; la única manera de entender el arte es trabajando. Entiendes el valor de mil cosas, de las relaciones poéticas, de las revelaciones”.

Acerca de este conocimiento que llega con el trabajo artístico, Alan Glass considera que “el hombre occidental ha apartado lo invisible de nuestra cultura durante siglos y es tiempo de recuperar lo invisible. Del trabajo de lo invisible viene la posibilidad de soñar”.

Esa invisibilidad la describe así: “Sería un poco nuestra salvación dentro de cada uno. Eso que hemos negado. Él es nuestro salvaje; si lo reconocemos, bien. Es trabajo de cada uno reconocerlo”, sostiene el artista y luego agrega que le inquieta la extrema confianza de los seres humanos en la tecnología porque no sueñan y eso puede ser una trampa”.

Glass recuerda que México ha cambiado desde que llegó hace 55 años: “Uno hace parte de un mundo, pero es sobreviviente de otro mundo. Miro alrededor, hay más gente joven.
México cambió como muchos otros lugares pero la identidad fuerte de este país es sobreviviente de muchas maneras y no ha sufrido tanto con la globalización”.

El artista tiene en México su casa y su espacio de trabajo; residente de la colonia Roma, el sismo del 19 de septiembre no lo vivió porque estaba en Francia, sin embargo sí sufrió con el de 1985.

Glass disfruta ver el arte de los jóvenes creadores y resalta que ha cambiado mucho el arte: “Hay mas información en gran medida gracias a Internet, más influencias, la gente viaja más, traen más cosas”.

Cuando se le pregunta por el surrealismo, Alan Glass afirma que éste “siempre estará vivo. Antes de que creció la palabra, el surrealismo estaba vivo”.

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