El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández tuvo la noche de ayer una doble celebración en el marco del XLV Festival Internacional Cervantino (FIC): el centenario del natalicio de esa artista emblemática de México y los 65 años de la fundación de ese grupo, que ha llevado la imagen patria a todo el mundo.

Con música de mariachi y son jarocho, la Alhóndiga de Granaditas cobijó una vez más al ballet folklórico de México por antonomasia. Como cada vez que hace acto de presencia en el FIC, donde siempre es esperado con aprecio, la de ayer no fue función excepcional: el público comenzó a llegar desde varias horas antes del inicio y colmó el ancho espacio histórico.

Temas bailables y coreografías tradicionales que retratan el arte, cultura, cosmovisión y personalidad de diversos estados y zonas del país se vieron sobre el escenario. Ejemplo de lo anterior son Veracruz, Yucatán, Guerrero, la Huasteca y Jalisco.

También los episodios históricos y fiestas pasaron lista, como la Revolución. En el encore, “El Son de la Negra” y el danzón “Nereidas” dieron por terminada la fiesta que prácticamente ha durado lo que va del año, porque 2017 tiene un significado especial, ya que se festeja el centenario de la maestra, coreógrafa y bailarina Amalia Hernández (1917-1999) y seis décadas y media del ballet, legado de México para el resto del planeta.

Trabajadora, y siempre con un pie delante de su realidad, Amalia Hernández fundó esa institución que hoy en día es dirigida por Salvador López.

Por eso y muchos otros méritos fue acreedora del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1992, la más alta distinción que otorga el gobierno de México a quienes aportan su talento al engrandecimiento del país.

Esta agrupación se ha presentado en diversos países del mundo en calidad de embajadora oficial de México y ha ganado innumerables reconocimientos en todo el mundo.

En 1959 la revista Life le dedicó su portada, mientras que Francia, Italia y Estados Unidos no han dudado en concederle importantes premios que el cuerpo de baile recibe a nombre de todo el país.

Amalia Hernández se inició en la danza a los ocho años de edad, cuando comenzó a tomar clases particulares con destacados maestros, con quienes estudió danza mexicana y ballet. Más tarde ingresó en la Escuela Nacional de Danza, fundada por Nellie y Gloria Campobello. Ahí, Amalia Hernández entró en contacto con un grupo de mujeres y hombres que lucharon por crear una danza que fuera plenamente mexicana.

Como bailarina, tomó parte en piezas como “El Ballet de Masas 30-30”, en donde se hacía alusión a la Revolución Mexicana y que contó con la participación de cientos de estudiantes de danza. También formó parte del Ballet Nacional dirigido por Guillermina Bravo y con toda esa academia y experiencia, construyó una carrera cuyos aportes no se limitan al terreno de la danza folclórica.

Creó una escuela que es parte del Ballet Folklórico de México, a la que invitó a coreógrafos internacionales, como Alvin Ailey, Louis Murray y Alwin Nikolais. Muchos bailarines mexicanos se han visto beneficiados por su labor, no sólo a través de la escuela del propio Ballet, sino también con becas que les han permitido estudiar en el extranjero.

La muerte de la maestra Amalia Hernández, la compañía se enfrentó al reto de preservar el legado de su fundadora con los mismos niveles de calidad artística. El reto fue superado y hoy permite que las nuevas generaciones sigan disfrutando de puestas en escena que se caracterizan por su vitalidad, su espectacularidad y en donde, a través de la danza y la música, el espectador hace un recorrido por diversos lugares de México. El espectáculo que presentó anoche es prueba fehaciente de la trascendencia de la maestra.

sc

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