Claramente, la negociación del TLCAN ha entrado en una etapa muy compleja y difícil. Las más recientes declaraciones del secretario Wilbur Ross sobre un 80% en las reglas de origen para el sector automotriz es un ejemplo más de que la administración Trump no entiende a nuestra región como socios y aliados. México, Estados Unidos y Canadá comparten diversos retos sociales, como es el caso de la migración; y económicos, como la necesidad de tener industrias competitivas a nivel global, capaces de impulsar sus capacidades productivas para mejorar el bienestar de nuestros ciudadanos. Es imposible pensar en soluciones sostenibles a estos retos pensando que somos adversarios, por lo que en el contexto de la cuarta ronda de negociación, hoy en curso, es importante resaltar cómo trabajar juntos y las serias consecuencias de un futuro sin el TLCAN.

La administración Trump percibe el comercio como un juego de suma cero y no como un proceso de generación de riqueza donde la colaboración es indispensable. La fijación del representante comercial Lighthizer, del secretario Ross y del presidente Trump en los déficits comerciales es prueba de esta mentalidad. En este sentido, el comercio como generador de riqueza ha sido una de las principales víctimas del discurso trumpista. Sin embargo, es importante resaltar que el TLCAN le permitió a los tres países crear cadenas de valor regionales que aprovechan nuestras ventajas comparativas para competir a nivel internacional con la Unión Europea y Asia.

Para ilustrar la interdependencia comercial, en 2016 el 80.9 por ciento de las exportaciones mexicanas tuvieron como destino Estados Unidos, mientras que 46.4 por ciento de las importaciones fueron de origen estadounidense. De ahí que el impacto económico de un futuro sin el TCAN sería considerable para ambas partes. En este escenario, el comercio entre los dos países se regiría por las tarifas de nación más favorecida de la OMC. De acuerdo con algunos estudios, las importaciones estadounidenses de México, sin el TLCAN, podrían caer 4.5 por ciento, de los cuales 2.9 por ciento serían productos agrícolas. Por otra parte, se estima que las exportaciones estadounidenses a México sufrirían una caída de l 7.3 por ciento. En este sentido, las exportaciones de Estados Unidos se verían más afectadas que las mexicanas; en particular en estados como Arizona, Texas y Michigan, el mercado mexicano representa más de 30 por ciento del comercio total.

A su vez, esto llevaría a pérdidas de empleos en los sectores que dependen del comercio internacional en los tres países, incluyendo una cantidad importante de empleos de la industria de manufactura y el sector agropecuario. Tan sólo en Estados Unidos, aproximadamente 44 millones de empleos dependen del comercio internacional, de los cuales al menos 6 millones están directamente ligados al comercio con México. Para una administración que busca aumentar el empleo sería incongruente acabar un acuerdo que ayuda a sostener a millones de familias.

El crecimiento exponencial del comercio entre los países miembros desde 1994 es muestra clara de cómo el comercio crea riqueza y promueve la diversificación económica. Michoacán es ejemplo de ello, no sólo en términos de nuestra agricultura, también la actividad portuaria y ferroviaria que se vive en mi estado son testimonio fehaciente de la importancia de una economía global, abierta al mundo y competitiva. Por ejemplo, en 2016 la exportación de aguacate le generó más dinero a México, con un superávit de 2.2 mil millones de dólares, que la exportación de hidrocarburos, con un déficit de 13 mil millones de dólares. Este escenario hubiera sido difícil de imaginar sin el TLCAN. La integración comercial incrementó el acceso al mercado estadounidense; por ejemplo, en 2016, 77 por ciento de las exportaciones de aguacate fueron a Estados Unidos, lo que permitió a México atraer inversión para mejorar los procesos de producción.

La explosión en inversión extranjera en la región, desde la implantación del Tratado, se debe a diversos factores entre los cuales resalta el acceso a las cadenas de valor de América del Norte y a un sistema de estándares y principios que da certeza a los inversionistas. Esta combinación de factores ha permitido la creación de empleos en los tres países y ha traído importantes beneficios al consumidor.

Para México el tratado original fue el primero de una serie de esfuerzos para anclar la apertura comercial con disciplinas, reglas claras y simetría. Esto lo hizo un acuerdo único en el cual una nación en vías de desarrollo como México recibía el mismo trato normativo que un país con el peso político y económico de Estados Unidos. Si Trump deja el tratado, significaría un rechazo a un marco normativo que ha servido de base para la construcción del régimen de comercio internacional y para todos los Tratados de Libre Comercio que ha suscrito Estados Unidos. Esto tendría sin duda alguna un impacto negativo en la inversión, dado que los tomadores de decisiones podrían concluir que Estados Unidos se ha vuelto un socio poco confiable.

Un futuro sin TLCAN no es mejor que un futuro con el acuerdo vigente, sin embargo México encontraría una manera de ajustarse e incluso prosperar. Después de tanta incertidumbre durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos y las rondas de negociación, las empresas mexicanas están preparadas para enfrentarse a un contexto sin TLCAN. No obstante, si Trump se deshace del Tratado de Libre Comercio, sería un retroceso histórico en el que la cooperación internacional sería víctima de intereses políticos populistas.

De ahí la importancia de la visita del primer ministro Justin Trudeau estos días a México. Canadá y México deben anunciar que aún sin Estados Unidos en el TLCAN, nuestros países permanecerán en el Tratado. No debemos caer en la amenaza irresponsable de Trump sobre su salida y la propuesta de realizar acuerdos bilaterales. México y Canadá deben demostrar que son países serios, que cumplen sus compromisos internacionales y que son promotores de un mundo global, donde el libre comercio está en el centro del desarrollo económico de sus empresas y del bienestar de nuestras sociedades. En ese sentido, también deberían impulsar, juntos, rescatar el Acuerdo Trans-Pacífico (TPP), aliados con Japón, sin la participación (por ahora) de Estados Unidos.

El futuro de México, pase lo que pase con el TLCAN, no depende de Trump; depende sólo de nosotros, y debemos redoblar el paso en los principios que han guiado nuestra política comercial, además de fortalecer dos tareas pendientes al interior de México: equidad y legalidad.

Gobernador de Michoacán

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