La primera conclusión que nos viene a la mente, tras la terminación ayer de las llamadas “precampañas”, es que todos los partidos y sus respectivos candidatos a distintos cargos de elección, sufren una preocupante “desconexión de la realidad”. Un síndrome que los hace vivir en una realidad paralela, en la que los mexicanos no están hartos, ni cansados y menos decepcionados de la política y los políticos de todos los partidos; una fantasía en la que cada uno de ellos, aspirantes a diputados, senadores, gobernadores o presidentes de todos los signos y colores, son el “verdadero cambio”, la “esperanza”, “los más chingones”, “los yo meros” o “los que saben”. Los prohombres y las súper mujeres aclamados por masas de votantes ignorantes que esperan ser rescatados por esos remedos de “salvadores de la Patria”.

Por ejemplo, la retórica y la forma del cierre priísta fue idílica y triunfal. “Vamos a ganar, vamos a ganar”, gritaban ayer los priístas en Tlalnepantla, donde su candidato José Antonio Meade, arropado por la más rancia y corrupta clase política mexiquense, encabezada por Arturo Montiel, se sentía emocionado y se desgañitaba al decir: “Yo mero voy a ser el presidente de las familias mexicanas”, como si todo fuera miel sobre hojuelas en su fallido proselitismo y las encuestas no lo ubicaran en el tercer lugar lejano. Sus dirigentes fantasiosos, como Enrique Ochoa, insistían en que “Meade está en empate técnico con López Obrador”. Así de irreales y triunfalistas los del PRI.

Y si los priístas pecaban de triunfalismo, el que cerró como puntero en estas precamapañas, derrochaba grandilocuencia y mesianismo en su discurso de ayer en Guadalajara.   Andrés Manuel López Obrador de plano se adelantó a la historia y equiparó su movimiento con la Independencia, la Reforma y la Revolución, y se colocó él y su posible triunfo como “la cuarta gran transformación de la vida pública de México… un cambio verdadero, una transformación, no un cambio violento, sino pacífico y ordenado, pero radical… vamos a arrancar de raíz a este régimen corrupto de injusticias y de privilegios”.

El colmo de las ocurrencias ayer lo protagonizó el panista Ricardo Anaya, quien como último acto de precampaña se trepó a una torre del escenario en Coatzacoalcos, Veracruz. “Me voy a subir aquí porque quiero que desde lo alto hagamos un compromiso”, dijo entre gritos de los panistas mientras trepaba la estructura metálica con agilidad de infante. Pero una vez que estuvo arriba, la proclama y el “compromiso” se redujeron a una arenga insulsa: “Arriba la V de la victoria quienes quieran un cambio para México, y que se escuche fuerte y claro ¡Viva Veracruz!”, luego bajó de la torre ¿Para eso tanta faramalla?

Pero los dislates no fueron exclusivos de las presidenciales. También los precandidatos a Jefe de Gobierno de la CDMX tuvieron lo suyo. Claudia Scheinbaum, de Morena, se olvidó de su pasado como funcionaria de gobiernos del PRD y acusó a ese partido de practicar la “compra de votos”, mientras que los de Morena, dijo, “no establecemos relaciones de contubernio porque somos comprometidos con lo que hacemos”. Y en un exceso de seguridad, pronosticó desde Tlatelolco un carro completo para su partido: “Vamos a ganar en 16 delegaciones”.

Si a triunfalismos vamos, la candidata del PRD, Alejandra Barrales, no se quedó atrás y en tres eventos llenos de su partido, en Iztacalco, Iztapalapa y GAM, mostró músculo clientelar y también lengua: “Caballo que alcanza gana y esta yegua ya alcanzó. Será la próxima jefa de Gobierno por el Frente”, dijo la perredista que asegura estar “en empate técnico” con la abanderada de Morena, a la que le acusó de anticipar un “fraude” porque teme perder y le dedicó otra frase: “Estoy aquí porque me lo he ganado, a mí no me puso el dedo nadie”.

Para cerrar en la ciudad, el candidato del PRI, Mikel Arriola, sacó su lado más mocho y conservador y, como si aspirara a gobernar Guanajuato y no la progresista Ciudad de México, se pronunció   contra derechos de las parejas del mismo sexo. “No a la marihuana para el uso recreativo, sí a la medicinal. La familia será mi prioridad, la Ciudad de México será la ciudad de los valores de la familia, claramente les digo: Mikel Arriola está en contra de la adopción entre parejas del mismo sexo”, dijo el abanderado priísta ¿Cree que eso le hará ganar votos de los capitalinos?

El cierre con broche del discurso facilón y de ocurrencias lo dio en Sinaloa el candidato del PRI al Senado, Mario Zamora, quien elogiando a su jefe, José Antonio Meade, definió desde Culiacán la nueva ideología y filosofía del priísmo y su candidato: “Es un hombre que puede ver a los ojos, que no tiene nada que esconder y que cuando le preguntaron qué era convertir a México en una potencia, dijo: ‘es hacer de México un país chingón’, como tenemos un gobernador chingón aquí en Sinaloa… somos pura gente chingona y por eso vamos a ganar, ¡arriba el PRI”.  

sgarciasoto@hotmail.com

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