Donald Trump justificó ayer su presión al Congreso de Estados Unidos para que le autoricen fondos para construir su muro en la frontera por la violencia que se disparó en el sexenio de Peña Nieto, porque “la tasa de homicidios de México aumentó en 2017 un 27% a 31 mil 174 personas asesinadas, ¡un récord!”, dijo el mandatario estadounidense ayer en su cuenta de Twitter. Pero lo que no dijo el racista inquilino de la Casa Blanca es que por esa misma frontera que tanto le preocupa entran cada año a nuestro país, según The New York Times, 213 mil armas ilegales de todos los calibres y tamaños y que son precisamente esas armas las que en manos de la delincuencia y los cárteles del narcotráfico provocan la violencia y las descontroladas cifras de muertes y asesinatos que convulsionan a los mexicanos y horrorizan a Trump.

Eso sin contar que buena parte de la violencia que padecemos en México desde los últimos doce años, primero con la declaración de “guerra armada al narco” de Felipe Calderón y luego con la continuación de esa misma estrategia fallida de Enrique Peña Nieto, se debe precisamente a la política de contención y combate a las drogas que son demandadas y consumidas en Estados Unidos por sus más de 27 millones de adictos, según el último Informe del Cirujano General de ese país, que reconoce la existencia de una “crisis de adicciones” que provoca, entre muchos otros efectos sociales y económicos: enfermedades mentales, violencia y criminalidad, un costo de 442 mil millones de dólares a sus sistemas de salud y la muerte de un estadounidense cada 19 minutos por sobredosis de heroína. Toda esa demanda y ese mercado millonario de adictos está detrás del cultivo, la producción y el tráfico de drogas que en México desata también alta criminalidad y violencia.

De hecho ayer, mientras el presidente estadounidense se escandalizaba de la violencia en nuestro país, un arsenal de 35 armas cortas y 65 cargadores para diferentes calibres fueron decomisados en la Aduana de Reynosa, Tamaulipas, por elementos del Ejército mexicano. Las armas iban con destino a Nuevo León y son parte del constante tráfico ilegal de armamentos fabricados y comprados en Estados Unidos que ingresan de manera ilegal a territorio mexicano. De hecho, el Center for American Progress, organización estadounidense dedicada a investigar y defender políticas públicas en su país, reportó en su informe reciente Beyond Our Borders que entre 2011 y 2016 al menos 106 mil armas fabricadas en Estados Unidos fueron utilizadas para actividades delictivas en México. En ese mismo reporte, publicado recientemente por el NYT, se documenta que cada año 213 mil armas estadounidenses son transportadas ilegalmente a territorio mexicano y terminan en manos del narcotráfico y la delincuencia. “Estados Unidos tiene la obligación moral de mitigar su participación en el incremento de la violencia letal en el extranjero”, comenta Chelsea Parsons, coautora de ese informe.

A eso se refería el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, cuando ayer, en respuesta al tuit de Trump, le pidió al mandatario estadounidense que en lugar de construir muros “blinde la frontera para evitar el ingreso de armas y de dinero producto de actividades ilícitas a México”.

Pero si toda esa dinámica perversa del envío de drogas mexicanas a cambio del ingreso de armas estadounidenses entre los dos países, con toda su carga de muerte y violencia en ambos lados de la frontera, no fuera ya de por sí grave, a partir de hoy una nueva modalidad de fabricación de armas “caseras” será legal en Estados Unidos y aumentará la disponibilidad de armamento que podría también llegar a México. A partir de este 1 de agosto los estadounidenses podrán legalmente publicar, descargar e imprimir en impresoras 3D, diseños de armas de todos los calibres y tamaños, luego de que el Departamento de Estado perdiera la demanda de la empresa Defense Distributed por la prohibición de la publicación y venta, a través del internet, de diseños y piezas descargables para fabricar armas —de plástico pero igual de letales que las armas militares— con un simple click en una computadora para imprimir esos diseños en 3D.

Si la medida preocupa en Estados Unidos, porque va a permitir que cualquiera con una impresora 3D pueda fabricar su armamento, desde pistolas hasta rifles de asalto o metralletas, imagínese el impacto que eso puede tener en México, un país en donde la demanda de armas por el crimen organizado es creciente y en donde la corrupción en las aduanas fronterizas también permite el tráfico ilegal. No sólo habrá más armas más baratas en todo el territorio estadounidense, que además serán “armas fantasma” porque no tienen control ni registro, sino que también ese nuevo armamento casero y a precio más accesible podría fácilmente cruzar la frontera para venir a aumentar el ya de por sí enorme poder armamentístico y letal de los narcos y delincuentes mexicanos.

¿Eso no le preocupa a Donald Trump? Seguro nada, como tampoco la enorme cuota de sangre y violencia que estamos pagando, con vidas de cientos de miles de mexicanos en su mayoría jóvenes, en una guerra de antemano perdida.

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