Sucedió en una planicie de Oaxaca, entre las altas montañas costeras, cubiertas por bosque, y las montañas chaparras de tierra adentro, cubiertas en sus faldas por selva.

En la camioneta blanca que cruzaba la planicie viajaban tres famosos periodistas, que habían sido invitados por la Secretaria del Bienestar a observar las nuevas plantaciones agrícolas de aquella zona plana, una zona de difícil fertilidad.

La Secretaria, instalada en el asiento delantero, señaló a la derecha un prado cubierto de plantas verde limón.

—Es trébol –informó. —Acá resulta que se da bien el trébol.

Los tres periodistas, instalados en el asiento posterior, asintieron, amablemente, pero profundamente desinteresados.

La Secretaria no se dio por vencida y siguió hablando de los tréboles.

—No es fácil cultivarlo, requiere de un cuidado minucioso, pero luego que probamos distintas siembras, fue lo único que pegó bien en esta zona.

Presumió entonces las propiedades de la planta, como si fueran el invento del gobierno de la 4T, al que pertenecía:

—Masticado, es sabroso y diurético. En infusión ayuda a combatir la tos, el asma y los síntomas molestos de la menopausia y algunos cánceres, en especial el de garganta. Y resulta que Australia ya apartó la mitad de la cosecha de este año para llevársela.

Los tres periodistas se interesaron un poco más, pero no suficiente como para comentar o preguntar algo, así que la Secretaria del Bienestar, molesta ante la indiferencia, le ordenó al chofer que detuviera la camioneta al borde de la franja de asfalto de la carretera.

—Bajemos –dijo la Secretaria con una sonrisa.

Los tres periodistas apretaron los labios, la idea de quemarse bajo el sol blanco de Oaxaca no los hacía felices, pero bajaron al campo de tréboles y caminaron entre ellos.

Una empezó a cortar algunos tréboles y guardárselos en la bolsa que colgaba de su hombro. Otro la imitó y empezó a cortar los suyos. La tercera periodista, por hacer algo, también cortó los propios.

En los días siguientes aparecieron publicados los reportajes, cada cual en otro periódico, y en cada reportaje apareció un párrafo acerca de ese inmenso sembradío de tréboles.

Un periodista señaló que entre los tréboles abundaban los tréboles de dos hojas. “Todo lo hace mal el gobierno de la 4T”, comentaba el párrafo, “hasta el cultivo de unos tristes tréboles. De pensar en que los tréboles fallidos nos representarán en Australia, mi vergüenza se vuelve insoportable y quisiera darme un tiro en la cabeza. Que nadie se asuste si un día me encuentran suicidado. Los culpables fueron los tréboles malditos de la 4T”.

En cambio la periodista que era entusiasta del gobierno de la 4T, se había fijado no en los tréboles de dos hojas, sino en los que encontró aquí y allá, de cuatro hojas. El párrafo que les dedicó termina con una afirmación sublime.

“Son tréboles extraordinarios, valiosísimos, amén de que son una señal inequívoca de la buena fortuna que acompaña a este gobierno valiente y milagroso”.

Por su parte, la tercera periodista no se fijó ni en los tréboles fallidos ni en los extraordinarios, los de la buena suerte, ni dedicó letras a mencionar a los que eran mayoría, los tréboles normales de tres hojas.

No. Dedicó un escueto párrafo solo a comentar que en ese tramo entre las altas montañas costeras, cubiertas con bosque, y las montañas chaparras con faldones de selva, antes no había nada: apenas una tierra arenosa y seca, un baldío extenso y estéril.

“Ahora”, terminaba el modesto párrafo, “hay tréboles”.

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