Los escenarios del frente opositor en las elecciones del próximo año, cuya candidatura presidencial parece haber sido secuestrada por el controvertido dirigente del PAN, Ricardo Anaya, corren en forma apresurada en contra del jefe de Gobierno de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, quien parece dispuesto a revisar sus cartas.

La intensamente difundida fotografía de Mancera reunido el viernes pasado (en un restaurante típico de políticos en Polanco) con Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle, abiertos adversarios de Anaya, da cuenta de cómo se están moviendo los ejes de un bloque partidista que como se anticipó desde su nacimiento, corre peligro de implosionar llegado el momento de la definición de candidaturas.

El actor principal de lo que deba venir será sin duda Mancera, a quien se le han ido abriendo flancos cada vez más serios en su propósito de construir una alternativa plural opositora al PRI.

El problema es que primero Acción Nacional y luego el Frente han quedado reducidos a rehenes de la obsesión del señor Anaya para ser el candidato presidencial, pese a sus múltiples ofrecimientos de suelo parejo hacia otros candidatos con los que luego debió romper o está en camino de hacerlo, como los citados Margarita Zavala, que renunció a su partido y será aspirante independiente, y Moreno Valle, quien ha dicho públicamente que una definición sin consenso sólo anticipará una derrota.

Corrientes dentro del PRD han alertado reiteradamente a Mancera que el problema con Anaya tiene diversas aristas, todas las cuales van sepultando sus posibilidades de ser un candidato competitivo y aumentan el riesgo de que Mancera y el perredismo en su conjunto se sumen a un fracaso del que puedan tardar una década o más en recuperarse.

Esas mismas voces subrayan que junto con la señora Zavala como adversaria y un Moreno Valle con los brazos cruzados, Anaya resultaría adicionalmente debilitado ante la eventual postulación de José Antonio Meade en el PRI. Se trata de un personaje que atraería simpatías entre las bases del blanquiazul y alentaría mayores defecciones en la cúpula de Acción Nacional. Si Anaya no logra consolidar tras de sí a su partido, mucho menos lo podrá hacer con los simpatizantes del PRD y de Movimiento Ciudadano.

Un Anaya notablemente devaluado tampoco podría aportar fortaleza en favor de lo que quizá sea la mayor preocupación de Mancera, que es su propósito de evitar que Morena se haga del gobierno capitalino, la Asamblea local y un número sustantivo de jefaturas delegacionales, todo lo cual estará también en el juego de las urnas en 2018.

Pero quizá la mayor inquietud dentro del liderazgo perredista sea el poco valor que se le otorga a la palabra de Ricardo Anaya, ante el enorme historial de engaños y traiciones que domina su trayectoria desde las etapas más tempranas de su actividad política hasta los meses recientes, dentro y fuera del partido que encabeza.

De acuerdo con estas corrientes del PRD, con las que coinciden diversos asesores clave del señor Mancera, la posición estratégica de éste se verá enriquecida si se retira del Frente bajo el sólido argumento de que Anaya capturó para sí la selección interna. Ello lo llevaría a invertir su capital político en una candidatura presidencial propia bajo las siglas del PRD, Movimiento Ciudadano y sectores de la sociedad que jamás se sumarán a Anaya.

Como candidato presidencial, Mancera estaría en mejores condiciones de negociar tanto al interior del PRD como con otras fuerzas políticas, incluso en su momento, con los demás contendientes por la Presidencia, en caso de que ya con las campañas en su etapa final, alcanzara sólo a correr en condición de tercer o cuarto lugar en la disputa por Los Pinos. De conservarse en el Frente, en cambio, Mancera tendrá en Anaya un grillete atado al pie que lo hundirá sin remedio. Un duro legado para el hombre que en 2012 hizo historia con una votación récord para su actual cargo.

Un dilema similar se le presenta al jefe de Gobierno con la definición sobre la candidatura para su relevo en la ciudad de México. En el Frente se le ha garantizado que la decisión final estará en sus manos, pero en el PRD hay una resistencia creciente a que el fenómeno Anaya de una postulación sin consulta sea replicada en el caso de la señora Alejandra Barrales. Es por ello que ella echó mano este fin de semana del mismo argumento de Anaya en contra de una consulta interna para definir la candidatura. Es posible que el capital del jefe de Gobierno no le permita pactar entre la militancia lo mismo seguir en el Frente que respaldar a Barrales. Tendrá que establecer sus prioridades.

Los próximos días la atención estará centrada en la decisión de Miguel Ángel Mancera. Si se equivoca, la historia no será benévola con él.

rockroberto@gmail.com

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