Donald Trump es un mentiroso compulsivo y el gobierno mexicano su patiño frecuente. Nunca fue cierto que México y Estados Unidos estuvieran negociando un tratado bilateral que pudiera dejar fuera a Canadá.

Las declaraciones del lunes pasado fueron engañosas y los negociadores mexicanos siempre lo supieron.

El presidente estadounidense declaró: “Vamos a eliminar el TLCAN ... (y) a este (nuevo) compromiso lo vamos a llamar acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y México”.

Primera mentira: los negociadores nunca hablaron de eliminar el TLCAN. Segunda mentira: no es posible sustituirlo en automático por un acuerdo bilateral entre nuestro país y el suyo. Tercera mentira: Canadá nunca estuvo fuera de ese acuerdo.

Durante casi un año se han reunido los negociadores de los tres países con el propósito de “modernizar” el TLCAN y jamás ha estado en la mesa la posibilidad real de tirarlo a la basura.

La principal razón por la que Trump no puede eliminar el TLCAN radica en que el Senado de Estados Unidos es más poderoso que el presidente en materia comercial. Y no hay un solo senador, ni un solo gobernador que quiera sacar a EU del tratado.

El Congreso estadounidense es el que entrega o quita facultades a su presidente para negociar acuerdos comerciales y Trump solo tiene autorización para negociar un tratado trilateral con México y Canadá.

Si la Casa Blanca se atreviera a negociar un tratado bilateral estaría traicionando el mandato del Congreso y por tanto el resultado de esa negociación sería ilegal.

En otras palabras, Trump no puede celebrar ni bautizar un tratado comercial únicamente con México porque para hacerlo tendría que pasar por encima del Poder Legislativo de su país y éste terminaría rechazando el presunto acuerdo.

En tercer lugar, desde hace poco más de un mes Canadá se hizo a un lado de las negociaciones, no porque estuviera en contra del tratado, o porque deseara quedarse al margen, sino porque los principales problemas de la negociación eran entre México y Estados Unidos.

Las declaraciones de la ministra de asuntos exteriores de Canadá, Christia Freeland, no dejaron lugar para la duda: “Canadá no está fuera de las negociaciones (y) regresará una vez que México y Estados Unidos resuelvan sus diferencias ... El TLCAN es sobre todo un acuerdo trilateral, pero dentro de ese acuerdo trilateral hay relaciones comerciales bilaterales.”

También añadió: “los temas entre EU y México dentro del TLCAN son realmente complicados y por tanto tiene mucho sentido que... (esos dos países) se arremanguen las mangas y devotamente resuelvan sus problemas”.

Esto quiere decir que Canadá nunca estuvo fuera por motivos propios, sino por razones relacionadas con la problemática de sus socios.

Por esto fue que, una vez atendidas tales cuestiones complicadas —que estaban fuera de su órbita de decisión— el gobierno canadiense decidió volver a la mesa de negociaciones ayer miércoles a las nueve de la mañana.

Un día antes Freeland cobró a los negociadores mexicanos por haber jugado de comparsa con el habitante de la Casa Blanca. Con una sonrisa ingenua y un discurso preciso la ministra declaró el martes pasado: gracias a que México hizo concesiones significativas y difíciles en temas laborales y de la industria automotriz es que este próximo viernes podrá firmarse el TLCAN modernizado.

Por lo menos alguien que no miente en esta negociación. La realidad desde el principio fue otra: Canadá se apartó de la negociación porque había asuntos complicados que no eran de su incumbencia, entre ellos subir el salario de los trabajadores mexicanos y ponerle límites a la exportación automotriz radicada en México.

Una vez resueltos estos temas, Canadá volvió a la mesa y prometió que, en solo cuatro días, estamparía su firma.

ZOOM: No nos merecemos los mexicanos seguir siendo las focas que aplauden al payaso.

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