Debo poco más de 80 mil pesos, y también usted que está leyendo esta columna: Enrique Peña Nieto nos está dejando a cada mexicano con una deuda pesada sobre nuestras espaldas.

De cada peso que usted adeuda, cuarenta centavos son responsabilidad del presidente que se va en diciembre. Ya era ofensiva la cantidad, pero hace unos pocos días la SHCP pidió 200 mil millones de pesos más, es decir que se agregaron a nuestra cuenta personal otros mil 600 pesos.

En estricto sentido Enrique Peña no tendría que haber consultado esta decisión con Andrés Manuel López Obrador, y sin embargo la cortesía política se hubiese agradecido, sobre todo si será el segundo quien deba enfrentar la hipoteca.

Si Hacienda hubiera comentado el hecho, le habrían preguntado para qué va a utilizarse el préstamo, y tal cosa es justo lo que el gobierno saliente no está dispuesto a hacer.

Los secretarios de Hacienda durante la administración Peña Nieto se volvieron expertos en eludir las explicaciones. Durante esta administración se contrató deuda por poco más de 4 billones de pesos y nadie ha sido capaz de indicar, con claridad, dónde fue a parar todo ese dinero.

Si se invirtió en Pemex, ¿por qué el desempeño de la empresa paraestatal sufrió el peor descalabro de su historia? Si se invirtió en educación, ¿por qué durante esta administración el gasto en tal sector disminuyó 0.4 puntos del PIB? Si se invirtió en salud, ¿por qué la inversión se desplomó 0.3 puntos del producto? Si se invirtió en infraestructura, ¿por qué este indicador se contrajo 0.7 puntos del PIB?

Es práctica común en nuestro país que ningún banco financie a los gobernadores en el último año de su gestión. Pero Peña Nieto eludió esta restricción porque pudo acudir a prestamistas del extranjero para cubrir los hoyos de su administración.

¿Cuáles son esos agujeros? Esos 200 mil millones de pesos serán utilizados para pagar el jugoso bono de marcha de los funcionarios federales que dejarán su cargo a finales de año.

No parece justo que, por un lado, el gabinete de AMLO vaya a tener que arreglársela con un salario reducido a la mitad y, por el otro, los amigos del presidente saliente partan con las alforjas a reventar.

Otro hoyo negro fue el que dejó el proceso electoral. La inversión que el PRI realizó en las elecciones locales del año previo, y en toda la República, el pasado mes de julio, tuvo como probable apoyo a la hacienda federal. Los casos documentados del Estado de México, Veracruz o Chihuahua son un pálido testimonio de lo que todavía está por descubrirse.

Una tercera fuga la constituyen los adeudos que la administración sostiene con sus amigos proveedores y contratistas. Los socios del gobierno saliente saben que, lo que de aquí a noviembre no se cobre, será imposible recuperarlo después. Así que es muchísima la presión para que se resuelvan a tiempo los favores electorales y de negocios.

La cuarta sangría la imponen los gobernadores que le restan al PRI. Tienen todos miedo de que el futuro presidente los vaya a castigar debido a su filiación partidista, o por sospechas de corrupción. Este verano se les mira con mayor frecuencia en las oficinas del secretario José Antonio González: antes de que les cierren la llave quieren agua para su milpa.

Los que debemos más de 80 mil pesos por cabeza, (de los cuales 32 mil son responsabilidad de la administración Peña Nieto), nos preguntamos si es justa tan amable consideración.

Ellos transan, ellos roban, ellos se llevan formidables bonos de marcha, ellos favorecen a sus proveedores y contratistas, ellos protegen a sus gobernadores, ellos pagan favores de todo tipo, ¿y los demás estamos obligados a quedarnos callados?

ZOOM:

La luna de miel entre AMLO y EPN no tiene lugar dónde llevarse a cabo. No hay decencia que la consienta, ni estúpido que la soporte. Fue gandalla pedir dinero sin avisar, pero más lo será gastarse lo prestado sin informar en qué .

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