Hay problema cuando las palabras se trasplantan sin lógica ni razón de una maceta a otra. Según la definición convencional, bully es aquel individuo habitualmente cruel que trata con despotismo a personas débiles o pequeñas. Es un sujeto que intimida y agrede con frecuencia; en el extremo el bully es un matón y un rufián. Por su parte bullying es el verbo que da significado a las acciones del bully. (The American Heritage College Dictionary).

Estos vocablos no han sido reconocidos por la lengua castellana, pero las traducciones del inglés respetan el sentido del término. En nuestro idioma bullying implica acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno sus compañeros.

De acuerdo con cifras de la UNAM y del IPN, alrededor de 18 millones de estudiantes mexicanos, entre los seis y los quince años, han sufrido esta especie de violencia dentro de las aulas; es decir, entre un 60 y un 70 por ciento de los muchachos inscritos en los niveles primaria y secundaria (Milenio 23/05/14)

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dice que México se encuentra en el primer lugar de la escala internacional del bullying. Aquí prevalece un contexto pedagógico feroz a favor de la violencia que ocurre sistemáticamente dentro del sistema educativo. Es un diagnóstico preocupante que por ningún motivo habría de tomarse a la ligera. De ahí que, haber sacado la palabra bullying de su contexto irrite tanto.

Fue errado que el presidente Enrique Peña Nieto desnaturalizara este vocablo para usarlo como argumento defensivo. María Elena Morera, presidenta de Causa en Común, presentó uno de los mejores diagnósticos que se han elaborado en materia de seguridad. Gracias a un ejercicio riguroso de análisis informó que la gran mayoría de nuestras instituciones policiacas no cuenta con instalaciones adecuadas, no tiene sistemas de control eficientes, no se beneficia de un modelo adecuado de profesionalización, ni ofrece protección social.

Ella no hizo una crítica a las personas policías, sino a las dependencias, locales y federales, para las que trabajan. Y sin embargo, el presidente Peña Nieto sobre reaccionó al declarar: “se escuchan más voces que vienen de la sociedad civil que condenan, que critican y que hacen bullying sobre el trabajo que hacen las instituciones del Estado mexicano.”

El problema no es que el Presidente considere excesiva la crítica a las fuerzas policiales, sino que confunda la exigencia ciudadana con el bullying, o peor aún, que desestime la demanda de sus gobernados por lograr un país libre de violencia, calificando los reclamos como intimidaciones agresivas en contra de una policía que presupone débil o pequeña.

Es además injusto Peña Nieto cuando señala a líderes de la sociedad como rufianes, crueles o déspotas. Ellos no merecen ser tratados así, y tampoco la institución presidencial tiene derecho a ofender de esa manera.

La definición y el sentido de las palabras importan para la conversación. Es materialmente imposible que la sociedad civil ejerza bullying en contra de la policía. Sin embargo, cuando la autoridad señala en estos términos al ciudadano, cabe temer que peores cosas estén todavía por venir.

ZOOM: ¿Son errores del último año de gobierno o es la intolerancia de quien ya se cansó de dialogar con sus gobernados?

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