El contexto violento que vive el país es diferente a los demás países de América que también presentan altos índices de violencia. En México, el problema ha llevado a que las armas sean vistas como un elemento de defensa y luego hasta de inmunidad. De este ambiente no han quedado excluidos nuestros jóvenes.

Expresar esa inmunidad y ese poder a través de las redes sociales se convierte en un elemento de preponderancia hacia los otros adolescentes, adultos y hacia la autoridad. Dentro del nuevo esquema social tienes que demostrar no sólo falta de miedo, sino elementos de protección que hagan a tus posibles enemigos pensarla dos veces antes de agredirte.

Un segundo punto fundamental es la cultura de desvalorización de los jóvenes. Por años, ha sido un sector no valorado, atacado y rezagado en muchos aspectos. Nos damos cuenta nada más con frases comunes y con la falta de oportunidades. Es al joven a quienes las autoridades acusan, es a quien le siembran la droga, a quien le cierran la puerta por no tener experiencia.

Que un menor de edad suba a sus redes sociales una fotografía donde aparece con armas, con grandes camionetas, al lado de alguien poderoso, es una de las formas que encuentra para demostrar que “aunque soy joven, no pueden conmigo”.

Los padres de familia son parte fundamental; no le han dedicado el suficiente tiempo y comunicación al trato con sus hijos. Hoy en día se han abierto grandes distancias de comunicación entre padres e hijos, de tal manera que el niño va enfrentando todos estos elementos violentos en la sociedad con deficiencias.

Tampoco debemos subvaluar el problema que representa la falta de oportunidades. Al joven que termina una licenciatura le espera un sueldo que oscila entre los dos o tres salarios mínimos al día.

La situación económica del mundo, las fallas del gobierno, de los empresarios mexicanos, incluso la corrupción, han empobrecido al país y lo han llevado a las peores desigualdades sociales, donde los jóvenes son parte fundamental de ataque. Actualmente, un adolescente que estudia no tiene asegurado su futuro.

Estas grandes faltas y acciones de hostigamiento contra los adolescentes no abonan a los avances de los que se jacta la administración actual. Si bien es cierto que hay un avance en la creación de empleos formales, los sueldos no permiten acceder ni al mínimo de la canasta de bienes y alimentos.

¿Para qué aspirar a un empleo formal donde el desgaste sea más que la remuneración?, ¿no resultaría más aspiracional ver cómo el vecino, de la noche a la mañana, cambia de ir en transporte colectivo a una gran camioneta y hasta las puertas de su casa las manda bañar en oro?

Y no es que ser más pobre o tener menos oportunidades represente estar al filo de volverse un criminal, ¿cuántos chicos de clase media y alta hemos visto convertidos en empresarios y gobernantes corruptos?

En alguna ocasión, durante un trabajo de campo que se realizó en la Ciudad de México, un joven que se encontraba en un ambiente de delincuencia nos dijo: “Tengo que asaltar con violencia porque, si asalto sin ella, no me voy a enrolar en las filas que quiero”, que entonces era el asalto a bancos a través de pandillas.

Así que tanto sociedad y gobierno, como intelectuales y activistas, debemos empezar a cuestionarnos si son esas aspiraciones, las de enrolarse en el crimen organizado, las que queremos que tengan nuestros jóvenes, los jóvenes mexicanos.

Experto del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

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