Hace poco más de un año que el actual canciller Luis Videgaray —entonces secretario de Hacienda— tomó lo que a mi juicio fue y será la decisión mas riesgosa de su carrera política.

En medio de las elecciones presidenciales de un país que no es el nuestro, decidió intervenir a favor de Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.

Por alguna razón, Videgaray consideró como su mejor opción, apostar su carrera política a la cercanía y amistad que tiene con el yerno de Trump, Jared Kushner, y a las bajas probabilidades de que Trump ganase las elecciones presidenciales.

Sin que me pueda explicar en lo personal el porqué del tiempo o la razón, Videgaray decidió extenderle una invitación oficial a Trump para visitar nuestro país y encontrarse con el presidente Peña Nieto.

La visita llegó el 31 de agosto y sin aviso. Tan rápido como Trump llegó, se fue. La reacción popular fue la esperada, no había explicación posible ante lo que fue percibido como una actitud vergonzosa del gobierno frente a un individuo racista, cuyo discurso y plataforma política se centraba en el ataque a México y los mexicanos.

Pero como si estuviera planeado, antes de que transcurriera una semana, Videgaray ya había convencido a Peña Nieto de la necesidad y la importancia de su renuncia, anunciada el 7 de septiembre.

Dos meses y un día después, Trump resultó electo presidente de Estados Unidos, y el 4 de enero de este año, Videgaray fue nombrado canciller, no sin antes haber apuntalado a sus principales piezas en el gabinete económico.

La cercanía de Videgaray con Kushner le permitió allanar el camino para frenar, en primera instancia, la decidida promesa de campaña de Trump de declarar unilateralmente la terminación del TLCAN.

Fueron sus buenos oficios los que lograron la renegociación del TLCAN, aunque hay una gran distancia entre aceptar entrar en pláticas y lograr un acuerdo, como quedó evidenciado en la cuarta ronda de negociaciones que concluyó el martes pasado.

Es más, las propuestas que los negociadores estadounidenses han puesto sobre la mesa son disruptoras. Claramente su objetivo no es lograr un acuerdo, sino provocar el rompimiento.

Aunque México y Canadá lograron ganar tiempo, la vida del TLCAN está en manos de un tuit senil.

Tanto, que el primer ministro de Canadá, ya comenzó a jugar sus cartas, primero con Estados Unidos y luego con Reino Unido quién, después del Brexit, le ha propuesto establecer un tratado tripartita (Canadá, Estados Unidos y Reino Unido).

Nuestro gobierno, por su parte, habla de un “Plan B”, apoyado en el tratado de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que ruego sea altamente sofisticado, porque México no puede improvisar.

Lamentablemente pusimos todos los huevos en una canasta. Según la OMC, en 2016, 81 por ciento de nuestras exportaciones tuvieron como destino ese país; y 46.5 por ciento de las importaciones provienen de él, incluyendo combustible y derivados de hidrocarburos, que México no tiene capacidad de procesar.

En todo caso, el tiempo que ganaron los negociadores se extiende hasta abril del próximo año, cuando las campañas políticas estarán en pleno auge.

Entonces, por lo menos tres fuerzas políticas con candidatos para diputados, senadores, gobernadores, presidente, más los candidatos independientes, ocuparán todos los espacios noticiosos y de debate.

Si en abril irrumpe la noticia de la terminación del TLCAN, las probables consecuencias, como la devualuación del peso, generarán incertidumbre e incluso pánico en importantes sectores de la población.

Internacionalmente, el candidato “más cercano al pueblo”, generará incertidumbre en los mercados financieros, no sólo por su populismo, sino por su falta de experiencia. Lo que significará que a mayor probabilidad de triunfo en las encuestas, mayor devaluación del peso.

Entretanto, la situación será a la inversa para el candidato priísta —siempre que sea el de Videgaray. A mayor probabilidad de triunfo, mayor recuperación del valor del tipo de cambio y mayor estabilidad.

He ahí el tercer acto de nuestro habilidoso mago: siendo así, ¿no creen que habemus presidente y que será el que designe Luis Videgaray?

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