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Ricardo Anaya sigue con el circo de dos pistas. Es dirigente del PAN y aspirante a la candidatura presidencial. Mantiene el control del partido y lo usa para su proyecto personal. Lleva así varios meses a pesar de las voces que exigen piso parejo e insisten en la necesidad de que se defina por una de las opciones. Lo que él responde es que no es tiempo de definiciones. En eso coincido con el presidente panista. No es el momento de pronunciarse al respecto porque ese tiempo ya pasó. Es demasiado tarde. Anaya estiró tanto la liga que ya no puede ser ni dirigente, ni candidato. Aferrarse a los dos escenarios lo ha descalificado para ambos.
Puede que para López Obrador eso sea normal. Andrés Manuel es dirigente, candidato, fundador, administrador y líder moral de su partido, pero Acción Nacional no es Morena. El PAN no tiene un solo dueño ni responde a un solo amo.
La crisis desatada en Acción Nacional con cinco de sus senadores llega justo en el momento en que se consolida la conformación de un frente con el PRD y Movimiento Ciudadano. Ya los tres partidos aprobaron ir juntos hacia 2018. Lo que no está claro es cómo va a definirse quién será el candidato. Hablan de proyectos y no de personas. Suena muy bien. Pero para que eso realmente prospere, las aspiraciones personales tienen que estar en un segundo plano y las de Anaya están en primerísimo.
En el PAN, al que no se disciplina le quitan candidaturas o comisiones. Incluso la expulsión no queda descartada. Así, con amenazas, se mantiene la “unidad”. Esa manera de proceder, difícilmente la van a aguantar en los otros partidos que conforman al frente.
HUERFANITO.— Hace unos días entrevisté a Miguel Ángel Mancera. En la conversación, dejó entrever que la candidatura presidencial no es la única opción en su panorama. Habló de “trabajar por México desde el espacio que se pueda”. Cuando mencioné a la Fiscalía General como una posibilidad no contestó con palabras, pero sí con una risa, digamos, emocionada. No lo descartó, de entrada.
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