Gran polémica ha generado el manifiesto publicado por un grupo de cien artistas, científicas y periodistas francesas. En él se plantea que desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual y el abuso de poder en contra de las mujeres. Dicen que reconocerlo era necesario, sobre todo en el ámbito profesional, pero alertan sobre el riesgo de que ese movimiento se convierta en un feminismo que tome el rostro de odio a los hombres y que sea aprovechado por las fuerzas oscurantistas.

Es un tema complejo y con muchos matices. No hay reglas que apliquen para todos. Una misma expresión puede ser percibida como atractiva o como ofensiva. Depende de cada mujer, del contexto y, sobre todo, de si existe una atracción recíproca. Eso sí, me parece que cuando hay un rechazo explícito hay que detenerse. Ahí se acaban los matices. Insistir en un intento de seducción cuando ya se ha pedido parar, es acosar. Dice el manifiesto publicado en Le Monde que “cortejar de forma insistente o torpe no es un delito”. Eso varía en cada legislación, pero en cualquier caso es desagradable.

La valentía de quienes se atrevieron a denunciar acoso no debe menospreciarse. Lograron poner los reflectores en aquellos que, desde una posición de poder, hostigaron o incluso abusaron sexualmente de mujeres durante años. No se vale que, al equiparar acoso con coqueteo, ahora sean tachadas de puritanas.

Coincido con las francesas en que la galantería no es una agresión machista, en que no es deseable el regreso a una moral victoriana y en que la campaña de acusaciones públicas ha dejado a algunos de los señalados sin la posibilidad de responder o defenderse. Discrepo en la defensa que hacen de “la libertad de importunar a alguien” y “hasta de robarle un beso”. Me parece que una cosa es coquetear y otra muy distinta es tocar o besar a una mujer sin su consentimiento.

HUERFANITO. La más mencionada es Catherine Deneuve. Pero hay que leer a la otra Catherine, a la pluma detrás del tan comentando texto francés, Catherine Millet, autora de unas muy polémicas (y explícitas) memorias de su vida sexual. Millet ha dicho que lamenta no haber sido violada, porque así podría demostrar que una violación se supera.

He entrevistado a mujeres que han sido abusadas sexualmente. Algunas han logrado superarlo, pero ninguna lo celebra. Coinciden en el anhelo de no volver a ser violentadas jamás.

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