No se detiene la violencia política. En los ocho meses que lleva este proceso electoral, ha habido 305 agresiones contra políticos o sus familiares. La consultora Etellekt ha contabilizado también 93 asesinatos; 35 de esas víctimas aspiraban a un cargo de elección popular.

El caso de Guerrero es tremendo: 190 candidatos han renunciado. El presidente del Instituto Electoral del estado, Nazarín Vargas, explicó que en todos los casos las renuncias fueron por motivos personales. Ante la pregunta de si la falta de seguridad está detrás, se limitó a repetir “fue por motivos personales”. Es ingenuo creer que todos ellos cambiaron repentinamente de vocación y que la violencia terrible que se vive en su entidad no fue un factor en estas decenas de carreras políticas interrumpidas.

El crimen organizado ha buscado incidir en los procesos electorales. Eso no es en México una novedad. Hemos tenido, desde dinero del narcotráfico financiando campañas, hasta gobernantes con vínculos probados con la delincuencia organizada. Ejemplos sobran, lo mismo están los Abarca en Iguala, que Eugenio Hernández y Tomás Yarrington en Tamaulipas. Pero el nivel de violencia política sí es inédito.

¿Qué tan determinantes serán en estas elecciones el dinero y las balas de los criminales? Si para llegar vivo a un cargo de elección popular se requiere la autorización de los delincuentes, ¿cómo enfrentar la inseguridad una vez en el gobierno?

HUERFANITO. Luego de anunciar que se retiraba de la carrera por la presidencia, Margarita Zavala dijo en el programa Tercer Grado que le había pesado llegar a esa decisión por las mujeres. Sí, era la única en la contienda. Pero me parece que no nos falla. La generosidad con que pide a quienes la apoyan que decidan con libertad, la retrata. Es una mujer congruente a la que, a pesar de la inequidad, no le faltaron fuerza ni valentía. Es un aliento saber que seguirá en política.

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