Como ninguno de sus antecesores en el último siglo, el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tendrá colosales desafíos que se extienden en todas las vertientes, pero que tienen como eje central la refundación del Estado.

A él le tocará la enorme tarea de rehacerlo prácticamente todo. Y se equivocan quienes sugieran que seis años serán suficientes. De mantenerse ese objetivo, será un proceso que llevará mucho tiempo.

La reconstrucción del Estado diluido que prevalece ahora deberá partir de la recuperación y vigorización del Contrato Social, que tiene en el Derecho su fundamento más firme, considerado como normas de vida de rigurosa observancia para todos.

La primera premisa del Pacto, aquí, es la que más se ha debilitado en los últimos años; ésta, la obligación del gobierno de garantizar la vida y el patrimonio de los ciudadanos, se encuentra fracturada. Nadie ni nada está seguro. Con las espeluznantes cifras que hay sobre la criminalidad y la inseguridad no es exagerado decir que el fin principal de la existencia del poder político ha dejado de tener sentido.

De la preservación de la integridad física de las personas y de la salvaguarda de sus propiedades depende esencialmente el cumplimiento de los demás objetivos estatales, como el orden, la concordia, el bienestar y el progreso.

En México ostensiblemente se ha extraviado la procuración de esos valores. Y a AMLO, en la línea de la cuarta transformación nacional que lo motiva para ser un buen presidente, le tocará colocar nuevamente esas piedras angulares del Estado mexicano.

Todo lo demás que se propone tiene también una innegable trascendencia. Pero el mejor comienzo será el papel que le espera como confector belli, es decir, el de aquél que pone fin a una guerra. Casi como regresar al país de un estado de barbarie a uno de civilización.

Político y luchador social como está formado, eso lo sabe muy bien. No fue gratuito que, un día antes de recibir su constancia como presidente constitucional electo, haya encabezado los foros por la pacificación que, como nunca, deben dar frutos, ser realmente útiles.

Dar este paso es fundamental. Es lo que determinará sus acciones y decisiones, y lo que reflejará el grado de compromiso que perfilará con la población, la que, con su voto, le ha pedido actuar contra la degradación nacional.

Si el próximo gobierno es capaz de contener la violencia y el crimen, cerrar el paso a la impunidad y frenar la corrupción, tan sólo con eso, habrá comenzado la refundación del Estado.

Si abona a la igualdad, la justicia, la prosperidad y reafirma la democracia, habrá empezado a dinamizar el cambio más profundo quizás desde 1917 en que, con la Constitución, el país empezó una nueva era después de innumerables choques, revueltas y, desde luego, la Revolución. Y es que los niveles que ha alcanzado el fenómeno de la inseguridad son inaceptables e intolerables. No se aprecia siquiera en países que han estado o se hallan envueltos en guerras civiles en tiempos recientes.

Sólo en México, que supuestamente vivía en la democracia y en el Derecho, se registraron cerca de 30 mil asesinatos en 2017. Lo peor es que esos indicadores van in crescendo. La justificación oficial de que las bajas se han dado entre grupos delictivos, ha sido la mascarada de la ineficacia, en el mejor de los casos; la de la connivencia, en el más reprobable.

Contemplar el grado de descomposición que ese cuadro delictivo refleja y que lleva a la generación continua de un agudo sentimiento social de inseguridad y de riesgo, no puede obligar al próximo gobierno a hacer cosa más inmediata que recuperar el primum bonum o primer bien, que es la seguridad.

La petición del primer magistrado electo de que el gobierno de Peña Nieto impulse la iniciativa para crear la Secretaría de Seguridad Pública a fin de enfrentar el problema más grave que a todos agobia, refleja que está consciente de la dimensión y complejidad que encierra, así como su propósito de arrostrarlo.

Si en paralelo construye el andamiaje contra la corrupción, López Obrador reafirmará el sentimiento colectivo de confianza que, de acuerdo con algunos estudios, ha comenzado a renacer entre la población desde el día en que fue electo por abrumadora mayoría.

SOTTO VOCE… El Consejo Nacional del PAN, que se llevará a cabo mañana, será una oportunidad de oro para los panistas. Si la aprovechan, podrán nombrar a su nuevo dirigente por consenso y empezar a trabajar juntos en la ingrata tarea de reconfigurarse; si la desperdician, vivirán días aciagos… Alejandro Moreno Cárdenas, gobernador de Campeche, es uno de los pocos baluartes con los que el PRI podría recuperarse en algún momento. Su mejor carta de presentación es y será la transformación que lleva a cabo en su estado, basada en la disciplina, honestidad, trabajo y esfuerzo. Por eso, esa entidad es la más segura en toda la República. Por vacaciones, En Petit Comité dejará de publicarse las próximas dos semanas. Reaparecerá el 31 de agosto.

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