En términos de costos en dinero, tiempo, obstáculos e inconvenientes, sobre la descentralización que propone y ya prepara el próximo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no todo está dicho y falta todo por hacer. En esa lógica, los posibles beneficios son también la contraparte que hay que contemplar. Lo deseable es que unos y otros sean positivos.

Analistas, medios y especialistas han ofrecido todo tipo de escenarios y cuestionamientos al respecto, válidos y aceptables, considerando básicamente los montos del gasto que implicará desplazar hacia más de una veintena de entidades federativas, a miles de burócratas concentrados en la Ciudad de México.

Los indicadores que se presentan por doquier, dependiendo del enfoque que se quiera hacer notar sobre el tema, constituyen hoy una danza a la que dará orden, concierto, ritmo y dinámica, y le pondrán números en su oportunidad los encargados de llevar a cabo la desconcentración de instituciones y empleados públicos en la capital del país.

¿Es buena esa idea de AMLO? En principio así parece. Empero, únicamente los días darán la respuesta. Lo que ahora existe es una propuesta que apoyan millones de ciudadanos. Los directamente involucrados, cuya cifra se estima en 2.7 millones de personas y quienes están en su legítimo derecho de hacerse todas las preguntas pertinentes, son los que finalmente reportarán el acierto o el error.

Valorar las dificultades a las que seguramente se enfrentarán los trabajadores del gobierno en perspectiva de ser trasladados a otros estados, con certeza no será algo que se deje al azar; más aún, quizá sea lo primero que se determinará y es de esperar que, de manera concertada, las partes interesadas se pongan de acuerdo.

Dos de las constantes de esa decisión, que son la desconcentración de las funciones administrativas y la promoción de un desarrollo económico nacional más equilibrado, con mayores estándares de vida para todos, constituyen una motivación incontestable. Las distancias, las deficiencias en los traslados y la incomunicación que “se argumentan” se resolverían con las tecnologías y medios disponibles, pero especialmente con el gobierno itinerante que AMLO se propone ejercer.

De eso derivarían para los capitalinos algunos inestimables beneficios que hay que poner sobre la balanza. Por ejemplo, las marchas, plantones, manifestaciones y cierres de calles que se dan cientos de veces al año y que trastornan la vida de millones de personas y provocan pérdidas multimillonarias, se reducirían considerablemente.

La caja de resonancia que es la CDMX por la concentración de poderes que la caracteriza, y a la que todo tipo de grupos sociales acude en busca de soluciones a sus problemas, dejaría de serlo. Cada estado sería una caja pequeña. Cada gobernador estaría obligado a ser más responsable y a atender las demandas de sus gobernados.

En esa línea, la descentralización administrativa se convertiría en centralización política. AMLO sería el actor principal.

Con las visitas rotatorias y periódicas que hará AMLO a cada entidad, él, personalmente, será el receptor de exigencias de origen o incumplidas y aplazadas y, junto con sus coordinadores estatales, seguramente dará o inducirá respuesta a las peticiones de la gente.

Así, se daría una coordinación inevitable, pero sobre todo eficaz, entre los gobiernos federal, estatales y municipales para atender las necesidades de la población. El mérito se lo llevaría AMLO, con lo cual abonaría a la edificación y consolidación del lopezobradorismo.

Si los problemas que padecen los capitalinos como lentitud en la movilidad por las insuficiencias del transporte público y el exceso de autos particulares, la contaminación, falta de agua, inseguridad… se resuelven por la desconcentración, otro panorama empezará a configurarse para todos.

Si da el paso de la indispensable descentralización y si asoman en el mediano plazo algunas de sus ventajas para bien de los más, en paralelo con las otras acciones que se propone concretar, Andrés Manuel López Obrador tendrá un apoyo colectivo mayor y creciente, empezará a tomar cuerpo el ismo de sus apellidos y podrá hacer… casi cualquier cosa.

Romper el fondo y la forma para ofrecer nuevas opciones con resultados positivos en el corto, mediano y largo plazos, si así se da, será una transformación del ser y hacer del arte de la política en nuestro país.

SOTTO VOCE… Omar Fayad Meneses, gobernador de Hidalgo, reconoce sin ambages la nueva realidad político-partidista y muestra disposición absoluta a trabajar con el gobierno que encabezará en breve Andrés Manuel López Obrador. Se sabe de un cierto acercamiento entre ambos de tiempo atrás. Privilegiado, dará a ambos buenos resultados... La institucionalidad es mejor que el enfrentamiento, al que quiere entrarle Enrique Alfaro, sucesor inminente del turbio, insensible y cínico Aristóteles Sandoval, último en enterarse siempre que el CJNG circula libremente en su estado… Sería muy interesante que Ulises Hiram García Fuentes, mejor conocido como el comandante Puma o El Puma, adscrito a la SSP de la CDMX, aclarara si tiene relación “de algún tipo” con una empresa de publicidad que se encarga de retirar arbitrariamente mobiliario urbano en distintas zonas de la capital, por “afectar” sus propios intereses.

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