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Contrario a lo que no pocas personas suponen, las llamadas fake news, en castellano, noticias falsas, en realidad son anteriores al desarrollo de las redes sociales. Los nuevos medios sociales efectivamente aceleraron la circulación de la información hasta hacerla instantánea. Por supuesto que no toda la información que circula en las redes sociales es confiable. Sin embargo, suponer que las noticias falsas son un fenómeno exclusivo de las redes sociales es incurrir en un error tendencioso, del cual suelen valerse voluntades autoritarias para justificar argumentos relativos a la necesidad de censurarlas y controlarlas.

A través de la historia podemos confirmar como los medios de comunicación convencionales, periódicos por ejemplo, han sido utilizados como recursos propagandísticos de algunos gobiernos y acaudalados empresarios de los medios de comunicación para fabricar y justificar algunas guerras.

A Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst, célebres magnates de los medios en Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, se les atribuye haber manipulado el tratamiento informativo de la explosión del acorazado estadounidense Maine, en la Habana, Cuba, el 15 de febrero de 1898, para persuadir a la opinión pública estadounidense de la pertinencia de declarar la guerra a España, en el marco del proceso de independencia de Cuba.

El debate que sostuvieron los candidatos a la presidencia de la República, el domingo 22 de abril, fue inevitable semillero de un considerable número de nuevas noticias falsas. Las declaraciones vertidas por algunos candidatos reactivaron el recurso de las noticias falsas, como atinadamente destaca una nota de Luz Rangel y Aldo Munguía, publicada el 23 de abril en El Financiero.

En días recientes se ha intensificado la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia. En televisión, en algunos spots del PRI se pretende convertir al tabasqueño en el principal generador del miedo colectivo, sentimiento que pretende fincarse a partir de frases como “las empresas extranjeras van a retirar la inversión en México, si gana el Peje”. Esos spots fueron calificados por López Obrador como “asquerosos”.

Además, como parte de la guerra sucia contra el candidato puntero, esta semana, a través de camiones destinados al transporte público, dio inicio una costosa campaña promocional de la serie “Populismo en América Latina”, en la cual es destacado el rostro de AMLO con otros emblemáticos de la nueva y fallida izquierda latina (Argentina, Brasil, Venezuela), en la cual un capítulo está dedicado a López Obrador.

El pasado domingo, como señaló la nota de Peniley Ramírez, publicada en el portal de Univisión, empleados del gobierno de la CDMX, por indicaciones de Héctor Carreón, fueron enviados al Palacio de Minería, en donde fue celebrado el debate, para exhibir pancartas contra Obrador y abuchearle.

También circulan volantes en los cuales se afirma que AMLO pretende acabar con la doctrina católica y perseguir a la iglesia. Abundan, además, llamadas destinadas a desacreditar a Obrador, o bien, a supuestamente “promoverlo” en el horario destinado al descanso familiar y el sueño.

Desplegar una guerra sucia así supone contar con muchos recursos. Lamentablemente las facturas que deja siempre las paga la sociedad. Por ello el tabasqueño solicitó a sus seguidores que, “sin perder la cordura, con respeto, hagamos una contracampaña para denunciar esta guerra sucia”.

Más allá de los llamados a la cordura, resulta indispensable exigir a las autoridades el efectivo cumplimiento de sus funciones. En un ambiente tan enrarecido, las instituciones que tendrían que impedir la guerra sucia en campañas parecen superadas.

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