Lo que comenzó como una conquista ciudadana, se desvaneció con el tiempo. Una oposición creada desde el sistema, nació condenada a morir pues no cumplió con lo elemental, la sed de cambio ante una clase política corrupta e insensible, el saldo: ningún candidato independiente tiene posibilidad de ganar la Presidencia.

A excepción del joven jalisciense Pedro Kumamoto, quien hizo historia al ser el primer legislador local verdaderamente independiente, la mayoría de los candidatos y servidores públicos con esta bandera tienen un pasado dentro de los partidos políticos.

La euforia de casos como El Bronco en Nuevo León, despertaron la inquietud ingenua de algunos y la voracidad desmedida de otros, tal vez porque visualizaban esta ruta como la más rápida hacia el poder, pero la realidad fue distinta. Lo fue porque el reto no consistía únicamente en consolidar un mensaje que conectara con el ciudadano común, harto de la corrupción e impunidad que abunda en todos los partidos (sin excepción), la tarea mayor era gobernar ya sea desde el Ejecutivo o el Legislativo, con alianzas y consensos.

Como en cualquier ejercicio gubernamental, después del triunfo, la crítica se fortalece y embiste con fuerza cuando los resultados no son tangibles y rápidos, sobre todo cuando de castigo a la corrupción y eficiencia de los servicios públicos se refiere.

Y de esta forma, después de que los medios difundieran al primer alcalde independiente de ésta nueva época, Hilario Ramírez Layín , declarando haber robado poquito y evidenciando derroche en fiestas fastuosas, la credibilidad se esfumó.

Poco después, cuando casos graves de seguridad azotaron a Nuevo León como el penal de Topo Chico y ex mandatarios fueron encarcelados pero Rodrigo Medina siguió en las calles, la paciencia se agotó.

Por otra parte, Margarita Zavala señala a Ricardo Anaya por buscar a toda costa ser el abanderado panista y lo acusa de ser autoritario, sin embargo no se percata de que su salida del PAN y su búsqueda legítima pero destinada al fracaso, al único que podría beneficiar es al partido oficial, que en su debilidad se aferra a la división para conservar las pocas esperanzas de un triunfo que se ve imposible.

Más allá de las decenas de aspirantes independientes a la Presidencia, que hoy se ven reducidos a prácticamente 2 personajes, son cubiertos bajo la sombra de irregularidades en las firmas que avalan el apoyo ciudadano, el discurso parece caduco y completamente contrastado con la realidad.

Al final, todo apunta a un plan orquestado, una forma de legitimar a los partidos que tan desprestigiados se encuentran en este país, a tal grado que en las futuras elecciones presidenciales, no existe uno sólo que se atreva a competir sin alianzas.

Con datos de la última encuesta realizada por EL UNIVERSAL/ Buendía&Laredo, en la cual el PRI aparece en tercer lugar y a 16 puntos del puntero, Margarita Zavala obtiene apenas un 4% de intención del voto y El Bronco en último lugar con 2%.

Parece ser que la última apuesta del tricolor será intentar imitar lo acontecido en el Estado de México, dividiendo a la oposición y confiando en la fuerza de su estructura, la cual le permitió conservar el poder, con la impresión de una elección de estado consolidada en un fraude.

Lo anterior se ve complicado, pues José Antonio Meade a estas alturas no logra siquiera convencer a la base priísta a la cual no pertenece, pero necesita de ella si aspira a competir.

Si bien los eventuales candidatos independientes jugarán un papel de espectadores, en una competencia tan cerrada como la que se augura en julio próximo, los pocos puntos que pudiesen obtener, podrían en determinado momento marcar la diferencia de triunfo entre AMLO y Anaya, que hasta el momento se consolidan como los virtuales finalistas.


FACEBOOK: MIGUEL DELGADILLO IBARRA
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