Hoy tienen tanto partido , o se sienten con tanto partido, que hasta se dan el lujo de dividirlo en, al menos, tres cotos.

Si el poder fuera, como lo es tantas veces, una sensación de ebriedad , los priístas estarían en la última fase: en el estado de estupor, con apatía, incapacidad, descoordinación, dificultad para mantenerse en pie, con vómitos, con sueño y dificultad para saber su espacio tiempo de manera cabal.

Están divididos y encolerizados entre sí; están deprimidos al grado de estatismo. De menos hay tres: los cercanos a la silla, que se sienten traicionados por todo y por todos, que insisten en un milagro inédito en la historia nacional y casi nunca visto a nivel global, que, de alguna forma, su candidato, su elección, suba como espuma en los siguientes 60 días y remonte más de veinte puntos hasta alcanzar al puntero y arrebatarle la elección y las preferencias. Están dispuestos a todo, como aquél que funda su esperanza en lo sobrenatural.

Están los que llaman a detener a Andrés Manuel López Obrador y le apuestan a un pacto de última hora con Ricardo Anaya , los de la vieja idea de la concertacesión, los que palidecen de miedo ante lo que será no un cambio de gobierno, sino, más contundente, un cambio de régimen; son los que quieren convencer a los primeros, a los de la esperanza divina, de que es mejor ceder, tragarse el orgullo y el coraje y salvar las instituciones que construyeron junto a sus antiguos aliados panistas y perredistas. Son los que dicen que Andrés no va a cumplir, que la amnistía no les alcanzará y que urgen un piso firme, pero se topan con pared cuando les argumentan las traiciones de Ricardo y la negativa que termina, las más veces, con un puñetazo en la mesa, con el grito del ¡jamás!, ¡primero muertos que con Anaya!

Y están los terceros, los de brazos caídos para el candidato, los que se sienten traicionados por haber sido abandonados y relegados en el sexenio, los que no volverían a repetir la historia del 2006 y no votarían ni operarían jamás por Anaya ni aunque se los ordenaran, y que, poco a poco, empiezan a ver y apoyar al único y real priísta de la contienda aunque sea un exmilitante que, al final, les termina por recordar las buenas épocas, los años dorados del priato.

Hoy tienen tanto partido, o se sienten con tanto partido, que hasta tienen tres, al menos tres, pero todos los estudios parecen pronosticar que en el 2019 solamente les van a quedar cenizas; tal vez, como el Ave Fénix, vuelvan a resurgir en 20 años, o tal vez será la estocada final de una parte de la historia mexicana, con sus bemoles, sus grises, sus blancos, sus negros y negrísimos.

En 2019, ¿seguirá teniendo vida el PRI o el golpe será de tal tamaño que habrá que cambiarlo todo, empezando por el nombre?

Para muchos, es la hora de comenzar a formar la oposición del nuevo régimen… Aunque, ¿quién sabe?, aún faltan 60 días.

DE COLOFÓN.— Nadie quiso transmitir el documental del populismo para no enfrentarse al que pronostican como nuevo presidente; sin embargo, hay gato encerrado: dicen que La División estaba cobrando las perlas de la virgen por un trabajo que no valía ni la cuarta parte de lo exigido.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses