El 4 de julio, en estas páginas publiqué el texto: Meade, la opción disruptiva del sistema, apuntaba entonces que “Meade tendría que ser, remotamente de serlo, un candidato ciudadano apoyado por una maquinaria partidista, ajeno a los preceptos anticuados y anacrónicos de los partidos políticos y vendiendo al electorado una imagen fresca de un ciudadano sin intereses de compadrazgo y con respuestas firmes a problemas concretos: pobreza, corrupción e inseguridad, los principales”. (http://eluni.mx/2AaCjzj)

Casi cinco meses después, José Antonio Meade ha sido nombrado candidato del PRI de la forma menos disruptiva posible, con la liturgia del tapado, en la cábala del día favorito del presidente Peña Nieto, con los demás aspirantes haciéndose a un lado en la férrea y silenciosa disciplina partidaria, incluso peor: con la CTM haciéndolo priísta cual bautismo exprés, una corbata roja y una orden a las bases: “¡Éste es del PRI y es priísta de hueso colorado!” y vienen los aplausos y los vítores y voilá… regresamos a los setentas.

José Antonio Meade es mucho más que eso, de sobra podría ser el hombre académicamente más preparado de todos los candidatos en 2018, rico de abundante experiencia y falto de soberbia, fresco, sonriente con la mueca de aquel que no debe nada ni oculta nada, ¿quién se atreve a acusarlo de ratero?, ¿quién le cuelga desvíos o le encuentra un cadáver en el clóset?... y justo por eso, es que la liturgia del PRI, su cargada y sus rituales terminan por convertirlo en un blanco fácil para una oposición llena de municiones.

La unidad priísta que se pretende vender a su alrededor terminará siendo mucho más un riesgo que un acierto, el PRI es el partido más rechazado en el país, la peor marca, asociada casi de inmediato a corruptelas y nombres harapientos que ensucian cualquier intento de lavarse la cara.

Y Meade no es priísta, lo apoya el PRI, pero no es priísta, puede ser el candidato ciudadano que rompa con la marca y retenga Los Pinos, el que intente limpiar la imagen de una clase política devastada en desaseados manejos que la han hundido al abismo, pero para ello, el mismo sistema, el mismo partido, deberá entender primero que debería convertirse en su enemigo concertado.

¿Dejarán a Meade criticar a Duarte y a Borge y a la Casa Blanca y a los conflictos de interés del régimen?, ¿le darán la libertad para un discurso que prenda masas cuando fije posturas en torno a la corrupción?, ¿a las licitaciones de compadres?, ¿a la violencia que deja las decenas de miles de muertos en el sexenio y a la complicidad que la permite?, o ¿será que el sistema mantendrá su piel muy sensible y seguirá pensando que la ciudadanía es torpe y desmemoriada?, ¿que el confeti tricolor es suficiente?, ¿que la cargada impacta?

El Presidente ha nombrado a su candidato pero no a su sucesor, la liturgia debería terminar en el imaginario priísta porque ahora empieza la contienda, en donde nada está escrito y en dónde todo se vale… Aunque cueste trabajo aceptarlo, es 2017.

DE COLOFÓN.— Alfredo Del Mazo tendrá foco en su gestión, ganó el PRI y siguen los muertos y siguen los desaparecidos y siguen las opacidades y van a usar el parque para la elección que viene.

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