Toda partida de ajedrez exige pensar, planear y actuar a futuro. Para lograrlo, el procedimiento imaginado, los medios a emplear y el objetivo trazado, deben buscar la excelsitud.
Al explorar en el campo de lo posible, el ajedrecista no sólo recurre a su experiencia y conocimientos, sino a su capacidad para ampliar y enriquecer sus horizontes creativos.
El gran maestro Vasily Smyslov dijo: “Pienso que el juego arte debe apuntar continuamente a engrandecer sus horizontes buscando medios creativos que lleven a este maravilloso juego hacia la perfección”.
La calidad del pensamiento se mide por el grado de lucidez, la originalidad y la inventiva puesta en juego.
Se trata de un pensar comprometido con la acción y vinculado con lo que podría suceder en el futuro si se adopta tal o cual decisión.
Esto requiere un trabajo mental llevado a sus límites, puesto que el objetivo último es derrotar al adversario con las armas de la razón.
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