Entre las abundantes y nutridas cartas que intercambiaron Octavio Paz y Carlos Fuentes a lo largo de tres décadas —que guarda la Universidad de Princeton, y que supongo que habrán de publicarse un día—, son especialmente interesantes las que se refieren a la crisis de 1968. Reproduzco algunos párrafos en los que esboza ideas y reflexiones que irían a dar más tarde a sus muchos escritos sobre el tema:

10 de agosto: “Tengo la impresión de que se trata de un movimiento exclusivamente estudiantil aunque, como es natural, hayan participado en las manifestaciones y barricadas mucha gente que no es estudiante […] La inquietud juvenil es un síntoma de que es inminente el fin del periodo posrevolucionario ‘institucional’. Es un fenómeno que comenzó al finalizar el periodo de Ruiz Cortines. Lo malo es que la solución previsible —desaparición del PRI y establecimiento de una democracia de partidos— no es meta que hoy en día pueda entusiasmar a nadie.”

30 de agosto: “Si el gobierno fuese inteligente —pero no lo es— procedería desde ahora a realizar las reformas que faciliten el tránsito del sistema de partido único a la democracia burguesa. En cambio, si escoge el camino de la represión y la inmovilidad, acumulará dinamita y, en el estallido, la tendencia realmente revolucionaria vencerá a la reformista. […] Es casi imposible que el Establecimiento se decida a reformarse a sí mismo, ya que lo que las manifestaciones han revelado es la crisis de dos dogmas mexicanos: la autoridad del Señor Presidente y la inmortalidad del PRI, los dos mitos del periodo posrevolucionario.”

30 de agosto. “El mito del Señor Presidente es un mito híbrido, sincretista. Una justificación burocrática. El carisma del Señor Presidente es ‘heredado’. Doble herencia: la tradicional del cacique prehispánico y el virrey colonial; y la moderna: el caudillo revolucionario. Ésto último es definitivo: el Señor Presidente gobierna ‘en nombre’ de Carranza, Madero, Villa, Juárez, Santos Degollado, etcétera, pero efectivamente, en la realidad, los últimos gobiernos no son ya revolucionarios y ni siquiera reformistas. Sobre la inmortalidad del PRI: el acento está cargado (y cada día más) sobre lo institucional y no sobre lo revolucionario —es una inmortalidad conservadora o de conservación, momificante.”

12 de octubre: “Después de las olimpiadas la atmósfera va a despejarse: o bien el gobierno emprende el camino de la reforma (me parece dificilísimo) o escoge la vía de seguir con la represión y el temor. Esto es lo más probable. Tienen mucho miedo, y la gente con miedo es capaz de todo. No están acostumbrados a la discusión pública. ¿te has fijado en la torpeza y estupidez de los argumentos que esgrimen el presidente, sus voceros y la prensa? En todo caso, el PRI está herido de muerte. Ya no es sinónimo de estabilidad sino origen de disturbios. La burguesía y los grupos dirigentes se enfrentan ahora a este dilema: o buscar un defensor más seguro (el ejército) o proceder a la reforma e implantar una democracia más o menos liberal.”

16 de octubre: “50 muertos. Eso es lo que me aterra: la desproporción entre la amenaza que representaban los estudiantes para el régimen y la represión. Ni siquiera en Francia —una huelga general y los partidos políticos movilizados contra el régimen— se acudió a medidas tan inicuas. El problema no es únicamente político: es moral y humano.”

31 de octubre: “Creo que los estudiantes, los intelectuales y los otros sectores populares que puedan asociarse a la lucha deberían formular un programa mínimo de reformas democráticas. Pedir la abrogación del delito de disolución social fue un buen comienzo, pero creo que podrían hacerse otras demandas: libertad sindical efectiva, respeto al derecho de reunión y de expresión de las ideas, verdadera libertad de sufragio electoral, etc. […] Tengo muchas esperanzas en el despertar de la clase obrera y en la clase media. Entre nosotros sí tienen sentido y valor muchas de las libertades (formales o no) que han dejado de apasionar a los europeos y a los yanquis. A mi modo de ver, la lucha en esta etapa debe ser ante todo política y debe estar dirigida contra el PRI y sus aliados de izquierda y derecha, llámense Partido Popular Socialista o Acción Nacional […] En suma, el combate debe ser fundamentalmente para lograr la reforma del sistema político, tal como desde el principio lo manifestaron los estudiantes […] ¿Surgirá un nuevo pensamiento político entre nosotros? ¿Tendremos —tendrán los jóvenes mexicanos— el rigor, el realismo y la imaginación que requiere esta tarea? Creo que sí. Poco a poco, a través de los años de luchas y horrores que nos esperan, nacerán una nueva política y una nueva cultura.”

Hasta ahí Paz. Han pasado cuarenta y nueve años desde esas cartas. Al parecer, estamos condenados a repetirlas.

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