Hoy en día, el gobierno, algunos medios de difusión masivos y, por supuesto, el clero, continuarán insistiendo en un objetivo incontestable: impedir que pensemos…

Joseph Goebbels, un auténtico demonio moderno, el indiscutible maestro de la exitosa propaganda nazi, el diseñador de una eficiente herramienta creada para cautivar al pueblo alemán y convencerlo de la supremacía de la raza aria, la supuestamente invencible por encima de cualquier otra, sabía cómo adormecer a la nación alemana para hacerla sentir y no pensar y de esta suerte conducirla a la conquista del mundo… A las masas se les conduce con arreglo a las emociones, de la misma manera en que los vaqueros del legendario oeste norteamericano dirigían a las reses a los corrales o al matadero, entre balazos disparados al aire y ladridos feroces de los perros custodios del ganado. Mussolini y Hitler y varios líderes actuales americanos, emocionaban a las masas, las insuflaban con un sentimiento de poder que acabó en una catastrófica tragedia por el bien de la humanidad. Trump, AMLO, los hermanos Castro, Chávez y Maduro, también excitan, entusiasman, impresionan, apasionan e inflaman a las muchedumbres con resultados ya visibles en Cuba y Venezuela, por lo pronto…

Goebbels echó mano de la radio, del cine y de la prensa, entre otros medios de difusión masiva. Hoy se recurre fundamentalmente a la radio y, sobre todo al internet, para ejecutar los ataques mediáticos con el propósito de orientar al electorado a un objetivo determinado. La principal tarea de la propaganda alemana consistía en concentrar la culpa en uno solo de los enemigos potenciales bajo una sola imagen: los judíos. ¿Ejemplos actuales? Fidel Castro, Chávez, Maduro que culpan a Estados Unidos de todos sus males, tal y como acontece en México con la creación de la “Mafia del poder.” Allí está el adversario potencial imprescindible para distraer la atención popular. Frente a las malas noticias, decía Goebbels, se deben adjudicar los errores propios al enemigo, esto, acompañado de una constante negación de toda responsabilidad ante los hechos adversos frente a la población. Las equivocaciones invariablemente las cometen los demás, y esta estrategia se le debe enrostrar a la oposición.

La exageración y la grandilocuencia del discurso nazi fueron muy efectivas en la persuasión de las masas con arreglo a la preservación de una imagen “indestructible” del líder. El discurso siempre deberá ser monolítico y reiterativo sin dobles interpretaciones ni divergencias. Joseph Goebbels siempre sostenía: “Si una mentira se repite una y otra vez, acaba por convertirse en verdad.” Que no se pierda de vista que el populismo es una mentira que se repite una y mil veces hasta convencer a las masas desesperadas incapaces de suponer la amenaza de males futuros mucho mayores.

En cada populista hay un embustero profesional que sabe seducir al populacho sin dejarlo pensar hasta obsesionarlo con un problema desvinculado del verdadero tema de fondo. Distraer es todo un arte para facilitar el éxito del engaño. En este orden de ideas se debe inyectar una actitud visceral de odio entre ricos y pobres, o entre blancos y negros o entre judíos y el Reich, sobre la base falsa que el partido o el líder o ambos tienen el apoyo indiscutible en todas partes y quien lo cuestione será enemigo del pueblo o de la razón o del régimen.

Se trata de darnos cuenta cuando nos manipulan y entonces, y solo entonces, podremos defendernos y finalmente pensar…

fmartinmoreno@yahoo.com

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