La feroz disputa por el relevo presidencial se ha ocupado del denominado Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) y el candidato de la alianza Juntos Haremos Historia ha enfocado sus baterías en contra de esta obra, proponiendo como alternativa la continuación de la operación del aeropuerto actual y la construcción de un segundo aeropuerto en los actuales terrenos de la base aérea de Santa Lucía, con lo que, aparentemente, se contaría con 2 instalaciones con operación simultánea.

Las razones aducidas para este posicionamiento tendrían que ver con el derroche de recursos, la corrupción y algunas dudas sobre la viabilidad técnica del proyecto debido a su asentamiento sobre una zona lacustre.

Sí, sin duda una inversión de unos 180 mil millones de pesos es enorme, aunque prorrateada en el periodo 2014-2020 supondría un monto de unos 1,500 millones de dólares anuales que para la dimensión y estructura financiera del proyecto (42% de inversión privada), no parece descabellada. No es una comparación estéril recordar que las aerolíneas nacionales tiene considerada una inversión de 25 mil millones de dólares. Del otro lado, es inimaginable que una obra de esta magnitud y visibilidad sea emprendida si no hubieran las garantías suficientes sobre su viabilidad operativa. Evidentemente, con los niveles de corrupción que prevalecen en el país (México fue el país situado en el sitio 135 de 180 en el Índice de percepción de corrupción) el blindaje en la materia en este proyecto debe ser un tema central.

Dicho todo lo anterior, y hablando en otro tono, tengo la impresión de que pareciera que la defensa del viejo aeropuerto se basa en una serie de sutilezas que a lo mejor no alcanzamos a comprender; se exponen a continuación algunas de las que se me ocurren:

1. ¿Cómo privar a los visitantes de llenar sus pulmones con la fetidez del olor con el que el entorno del aeropuerto actual los recibe? Sin duda, una de las primeras impresiones de quien arriba a la ciudad es la brutal ofensa al olfato (en honor a la verdad, no estaría seguro que el NAICM no vaya a ofrecer esta misma posibilidad).

2. Mantener dos aeropuertos aboga por no comprender la operación aeronáutica (¿o se han dado cuenta que alrededor de 30% de los pasajeros utilizan el aeropuerto actual para realizar conexiones?) y le pondría mayor presión a los costos de las aerolíneas, que acabaríamos pagando los usuarios, ¿o será que el avión que llega de un vuelo –internacional en caso de que uno de los dos aeropuertos alternos propuestos se dedicará exclusivamente a la atención del tránsito al extranjero– y prosigue a un destino nacional se trasladará por carretera entre uno y otro aeropuerto?

3. Cerrar el aeropuerto actual sería atentar contra los derechos del corporativismo, adquiridos por los maleteros que impiden que un pasajero que arriba a la Terminal 1 pueda llevar el carrito de las maletas al exterior de las salas de llegadas —como en cualquier aeropuerto de una nación desarrollada—. O tal vez ¿será que estamos pensando en exportar el modelo a Santa Lucía?

4. Conservar en operación las actuales instalaciones es enviar un mensaje que confirma que al turismo le seguirán escatimando el papel fundamental que tiene para impulsar el desarrollo social y económico.

5. La operación simultánea del viejo aeropuerto y de uno nuevo en Santa Lucía, es una magnífica oportunidad de seguir desafiando a la seguridad aérea y de los pasajeros, puesto que ambos utilizarían el mismo espacio aéreo. En 2014 se declaró la saturación del aeropuerto y de entonces para acá el volumen de pasajeros ha crecido en 30%.

6. Abrir y mantener esta discusión confirma lo lejano que puede estar el interés de los políticos de las necesidades del país. ¡Qué duda queda que hoy el NAICM es rehén de la arena política!

7. Cancelar el NAICM nos permitiría recordar que somos una nación tercermundista que no puede soñar en grande, que somos incapaces de realizar grandes obras, que somos cortoplacistas, que debemos seguir padeciendo —con humildad— de malos servicios, como los que hoy se tienen, que no importa el futuro y que el discurso, aún el más demagógico, se puede situar por arriba de la realidad.

Director de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac México Twitter: @fcomadrid

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