La tragedia que se ha vivido en México en días recientes ha puesto en tela de juicio un supuesto generalizado respecto a la generación de los llamados “millennials” a los que comúnmente se les asocia con apatía, limitado interés por la política, excesivo egocentrismo y adictivo uso de la tecnología, entre otras cosas. Se le ha etiquetado como una generación poco solidaria, sin esperanza y con escasas ambiciones.

Sin embargo, causas como #YoSoy132 o #TodosSomosAyotzinapa, comenzaron a resquebrajar esta suposición y, más recientemente, los temblores registrados en México han servido como un vigoroso detonador del interés y voluntarismo de miles de jóvenes mexicanos.

Pero, ¿quiénes son los famosos “millennials”?. En general, se consideran en este bloque demográfico a quienes nacieron en las últimas dos décadas del siglo pasado. Son casi 50 millones los mexicanos que se encuentran en este grupo que hoy tiene entre 17 y 37 años. En comparación con la generación anterior, los “millennials” han tenido mayores niveles de acceso a la educación media superior y superior y la mayoría de ellos son ávidos usuarios de las tecnologías de información, aunque paradójicamente también entre ellos hay muchos que no tienen empleo, que no tuvieron oportunidades de educación y que tienen frente a ellos limitadas oportunidades de progreso.

Y ha sido este grupo de edad el que sorpresivamente salió a la calle a raíz de los trágicos temblores de septiembre, no para curiosear o protestar, sino para ofrecerse a ayudar y, en muchos casos, para tomar control de las tareas de rescate y de atención de damnificados.

Ya desde el temblor del 7 de septiembre, ante la limitada capacidad de respuesta de las instituciones, fueron los jóvenes quienes pusieron manos a la obra y, gracias al uso de las redes sociales -en lo que son expertos-, rápidamente montaron redes de sensibilización y apoyo que desde entonces han estado trabajando para contribuir a mitigar la tragedia de quienes lo perdieron todo o casi todo. He estado siguiendo de cerca el esfuerzo que jóvenes como Fidel Toledo, un entusiasta arquitecto de Juchitán, Oaxaca que junto con sus amigos ha establecido centros informales de acopio en Puebla y la Ciudad de México, haciendo colectas en redes sociales para la adquisición y distribución de bienes básicos, levantando inventarios de edificios siniestrados, etc. El de Fidel es uno de miles de casos de jóvenes héroes anónimos que han demostrado una gran sensibilidad ante la tragedia humana.

Naturalmente, después del segundo de los grandes temblores registrado el 19 de septiembre, dado el impacto de los daños ocasionados en la capital y sus alrededores y por la amplia cobertura mediática que ha tenido, México y el mundo han podido ver en cada joven la cara de la solidaridad, el entusiasmo y la creatividad de aquellos a quienes creíamos apáticos y desinteresados. Son ellos quienes han dado al resto de la sociedad lecciones de aliento e inspiración, desesperación y enojo, organización y creatividad, y, hasta relajo y buenas vibras.

Me llama la atención el caso de Frida Espinosa, una joven profesional de la salud pública y activista social que durante dos días estuvo haciendo fila en la Ciudad de México para ofrecerse como voluntaria y, al no tener suerte, se trasladó a La Nopalera, una pequeña comunidad rural en Morelos que también se vio fuertemente afectada por el terremoto y que -por su ubicación- merecía poco interés de las autoridades. Rápidamente se organizó con amigos en las redes sociales, hicieron colectas, levantaron censos de viviendas dañadas y han sido parte respetuosa del esfuerzo por organizarse que los habitantes de La Nopalera han iniciado para las tareas de reconstrucción.

Como el de Fidel y el de Frida hay miles de casos más de esa generación sin esperanza que paradójicamente hoy se convierte en esperanza de nuestra generación.Los riesgos están presentes: ¿su misma tendencia a la inmediatez les llevará a desencantarse rápidamente?, ¿serán objeto de la codicia de políticos con intereses poco claros?, ¿cómo canalizarán su entusiasmo y su enojo ante el estado de cosas en el país y en la sociedad actual?.

Quiero soñar que los miles de jóvenes que han salido a la calle y que nos han dado una lección de solidaridad y esperanza, también lo harán para reconstruir un país con mayor equidad de oportunidades. Quiero pensar que son ellos la esperanza de nuestra generación. Y curiosamente, de ellos depende.


* Educador mexicano residente en India. Coordinador Global de Educación Superior del Banco Mundial.
@FJ_Marmolejo

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