Levantarse cada mañana no es fácil. Sobre todo si no tienes un sueño que te despierte.

Sin una ilusión que te saque de la cama, es difícil poner los pies en el piso. Cuánta gente va sin una dirección, sin un anhelo. Todos hemos sido esa persona, el decaído, el frustrado. Todos hemos sido la persona más sola del mundo.

La semana pasada fui a ver Le Grand Bain (Hombres al agua). Bertrand, el protagonista de esta película francesa, es un padre de familia cincuentón, desempleado hace dos años y sin posibilidades aparentes. El tipo detesta las reuniones familiares y de amigos, porque siempre acaban en un lugar común: “¿Y cómo vas, ya conseguiste algo?”

Un día, mientras gastaba tiempo en la calle, Bertrand descubre un anuncio no precisamente de trabajo, sino de un equipo varonil de nado sincronizado en busca de un integrante. A pesar de ser un nadador mediocre y de resistir únicamente 40 segundos bajo el agua, es inmediatamente aceptado.

Cuando sientes que no tienes cabida en el mundo y de pronto alguien te ofrece un asiento, sin dudarlo te sientas y respiras con alivio, por más empolvado y roído que esté.

A Delphine, la coach, la abandonó su amante y se volvió alcohólica. A sus cincuenta y pico años, uno de los miembros del equipo conservaba el pelo largo y el anhelo de convertirse en rockstar, hasta que en un pleito su hija le espetó en la cara que nunca sería David Bowie. Otro llevó su negocio a la bancarrota, y el más deprimido del grupo estaba lleno de amargura.

—“¡Somos un puñado de perdedores!, ¡¿para qué quieren ir a hacer el ridículo frente al mundo entero?! —le recriminó a la entrenadora cuando esta les planteó participar en el campeonato mundial de nado sincronizado para hombres.

—A todos nos haría bien una medalla —le contestó y enseguida visualicé esta columna.

Todos necesitamos una ilusión y un sueño que perseguir para poder despertarnos. El que sea, por ridículo que suene, por minúsculo que parezca, a pesar de lo que digan. Y para eso es finalmente el deporte, para sentirnos bien, aunque no salgamos en el periódico cuando ganamos una carrera o un partido. Hoy, a todos los mexicanos nos haría bien una medalla. Que vaya cada quien por la suya.

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