Ya pasó en Sudáfrica , cuando Mandela vio en los Springboks (sobrenombre de su selección nacional de rugby) una oportunidad de unir a su pueblo, con una mayoría negra —por mucho tiempo oprimida—, a una minoría blanca —temerosa por un posible revanchismo del nuevo gobierno luego del Apartheid— .

Estaba por celebrarse la Copa Mundial de Rugby de 1995 en territorio sudafricano, cuando Madiba —nombre de un clan de la etnia Xhosa y título honorífico que se le dio a Mandela — vislumbró lo que significaría que se alzaran con la victoria, un logro que ni el líder más apreciado, ni una tregua de paz, ni todo el oro del mundo conseguirían: que todo el país se abrazara.

“Vamos a inspirar a la gente, el país se desmorona, no podemos seguirnos atacando, necesitamos ser uno”, me imagino que le dijo a Francois Pienaar , capitán de los Springbroks, cuando lo citó para convencerlo de dirigir esta encomienda que sorpresivamente materializaron tras vencer en la final, con drop de último minuto, a los All Blacks de Nueva Zelanda.

Las calles de la Nación Arco Iris —como la bautizó Mandela—, se convirtieron en una celebración unánime, sin distinción de colores, preferencias o posesiones. Y sucedió también en España, en el futbol, después de que La Roja se alzara con la Copa del Mundo en 2010 , nada menos que en Sudáfrica . Un campeonato que sirvió para que los españoles enfrentaran con un poco más de ánimo la grave crisis económica, política y social que atravesaban.

Aquí no hay ningún Mandela, tampoco un Iniesta o algún Del Bosque, pero podríamos tener un equipo de guerreros, tres rubios y veinte morenos que nos representen a todos los que conformamos este país de corazón que se llama México y donde existen dos realidades: la realidad y el futbol.

Podría parecer una tontería, pero el Himno Nacional mexicano y un desdoble del Chucky que termine en gol al ángulo en la final de Russia, podrían recomponer las cosas y reconciliarnos, porque durante 90 minutos y varios días después nuestros enfrentamientos políticos y sociales serían derrotados por lo verdaderamente importante: festejar juntos el gol de nuestra vida. Somos mucho más que campañas políticas y candidatos.

Como bien apunta Jorge Valdano, un equipo es un estado de ánimo, así que, Márquez, Tecatito, Herrera, Layún, Chicharito y todos los seleccionados, corran, emociónenos, contágienos, demuéstrenos que podemos ser los mejores y recuerden, cada vez que salten a la cancha: cualquiera puede ganarle a cualquiera.

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