Dentro del proceso de preparación de un corredor, las cuestas son inevitables. Es como en la vida: quieras o no, te va a tocar un tramo de subida, por lo menos.

Los expertos dicen que hay que subirlas con elegancia, con la cabeza en alto y la mirada al frente, con los ojos bien puestos siempre hacia adelante. Yo digo que no necesariamente, porque a veces, sólo a veces, es mejor no ver lo que se avecina y simplemente ir concentrado en el siguiente paso.

Ver a futuro, en medio de un momento difícil, suele complicar la perspectiva. A la distancia se magnifican las cosas, y las preocupaciones, las angustias y las pendientes crecen.

A lo lejos los retos parecen peor de lo que en realidad son, a diferencia del presente, donde resulta más fácil superar los obstáculos, por más empinados que sean.

Por eso, cuando me voy a enfrentar a una cuesta realmente temible, prefiero mirar al suelo, bajar un poco la mirada como si tuviera enfrente a un oso grizzli, a una de esas bestias salvajes a las que es mejor no desafiar ni con la vista para no provocarlas, pero, también, para no asustarme con su descomunal tamaño.

Así que yo sugiero clavar los ojos abajo, en los zapatos, y contemplarse a uno mismo sin necesidad de voltear a ningún lado, con sus recursos, con su entereza, con su voluntad y su modestia, ya que, en momentos así, no es una cuestión de orgullo o de valentía, sino de estrategia, de ser inteligente, 
de no dejarse agotar por los pensamientos y enfocarse en llegar arriba, en sobrevivir.

Los entrenamientos, las carreras y el día a día, están llenos de cuestas. Los que ya llevamos un rato en esto sabemos que la existencia no es un camino plano y que el destino no es necesariamente de bajadita, pero también entendemos que, precisamente por ser la parte más extenuante del camino, son las que nos vuelven más resistentes, fuertes y gigantes, como ellas.

Lo que resulta curioso, y misteriosamente revelador, es que a la mitad de una pendiente inmensa, cuando sientes que te mueres, todo adquiere nuevamente su dimensión real y entonces puedes volver a distinguir lo verdaderamente importante, por lo que, además de hacerte poderoso, las cuestas te ayudan a recordar por lo que vale la pena vivir.

Quien quiera triunfar en 10 kilómetros, en un maratón, en un trail, en un Ironman, en un ultra o en la vida, que entrene sobre todo en las subidas, sirve para fortalecer los brazos, las piernas, los pensamientos, las intenciones, el corazón y los encuentros con uno mismo. 

Historias que merezcan contarse son bienvenidas a fjkoloffon@lanoveleria.com. 

@FJKoloffon

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