Y también para lectores, pero sobre todo para aquellas que se dejan arrastrar por su pasión y se arman de paciencia para leer novelas policiacas como estén escritas, y para las que desprecian el género porque odian el universo del delito, piensan que es un género menor, son cultas de atar y creen que una novela no sirve para nada. Bueno pues Fred Vargas, Frédérique, esta mujer que nació en París en 1957, gran novelista, arqueóloga, traducida a una treintena de idiomas, nos entrega Cuando sale la reclusa, novela publicada por Siruela en su serie policiaca, en Madrid, España, en 2018. Y aunque el comisario Jean-Baptiste Adamsberg es el que rifa, encontrarán a la teniente Violette Retarcourt, que les dará tres lecciones; y a Irène Royer-Remier, que les enseñará que la vida no está en otra parte y que la inteligencia femenina nada tiene que ver con la intuición femenina y por qué las mujeres deben vivir más allá de ese encanto. “Engaño colorido”, diría Sor Juana. Irène es un tiro, una mujer que puede enriquecer la mitad de los sueños de las más sagaces, en el mejor de los sentidos.

El rollo: Adamsberg está en su habitual desconcierto observando la bruma en un lugar de Finlandia. Lo obligan a regresar a París. Hay una mujer machacada por una 4X4 y el marido le echa la culpa al amante. Ambos tienen coartadas coherentes y continúan libres. El detective, originario de los Pirineos, descubre rápidamente al culpable y se entera de que alguien ha puesto la Brigada en su contra. El teniente Voisenet le confía que la araña reclusa, loxosceles rufuscens, ha matado con su veneno a dos ancianos mayores de 80 años. La curiosidad de Adamsberg es infinta e inicia una investigación por su cuenta sobre la araña y su efecto nocivo. Consulta a un científico que le explica que se requieren 22 arañas para matar a una persona. En ese mismo despacho conoce a Irène, que le regala una reclusa muerta. Al regresar al cuartel de la brigada de detectives, Jean-Baptiste sospecha que las muertes no pueden ser por mordida de araña, que posiblemente sean asesinatos. Lo expone al grupo pero nadie considera esa posibilidad y deciden no participar en la investigación; solamente se le suman el teniente Veyrenc, que es de su mismo pueblo, el mencionado Voisenet, la teniente Froissy, experta en redes, y en el momento clave lo respalda Retancourt, una detective hermosa y algo corpulenta, que de vez en cuando sacude el corazón de Jean-Baptiste.

La investigación avanza lentamente con excesos de traspiés. Hay un momento que parece tomar vuelo pero se empantana de nuevo. Durante el trabajo descubren la existencia de dos pandillas enemigas que operaron al menos 60 años atrás. Una es la de las reclusas, y los dos ancianos muertos al principio pertenecían a esa clica. En los días más difíciles, Adamsberg descubre asuntos personales que afectan seriamente su trabajo de policía y en particular la presente investigación, que lo mantienen en un misterioso estado de obsesión en el que hasta su madre se hace presente. Con su bien definido estilo, basado principalmente en el tratamiento de la trama enriquecida con elementos de la tradición cultural del pueblo francés, la autora nos conduce por laberintos inesperados de los que es imposible salir sin la participación de las mujeres mencionadas al principio y, claro, con la bien conocida terquedad de Adamsberg, uno de los detectives que alimenta el gusto de los lectores exigentes; y sobre todo de las lectores contemporáneas de novela policiaca, a las que es imposible darles gato por liebre.

Por supuesto que comen y beben rico. A Veyrenc y a Adamsberg les da por visitar un restaurant donde se come garbure, un platillo de su tierra a base de col, papas y codillo de cerdo. Estelle, la dueña que también es montañesa, los atiende a cuerpo de rey, porque son paisanos y porque le gusta Veyrenc, que no la ve con malos ojos. Como bien saben, una mujer que cocina es dueña de infinidad de virtudes nocturnas. También degustan cochinillo relleno, foie de pato y por supuesto beben todo el vino que la prudencia de la profesión permite. Tengo curiosidad por probar el madiran, si alguien sabe dónde lo puedo conseguir en México, hágamelo saber. Y no teman probarlo; como dice Fred Vargas, “quien se vuelve humano abandona sus facultades divinas”, y yo sé que ustedes nada tienen que temer, y tengo serios motivos para creer que Cuando sale la reclusa les encantará. Ya me contarán.

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