Ana cita en su libro, Territorio Lolita, publicado por Alfaguara, en agosto de 2017, en México, una frase de Vladimir Nabokov, autor de la novela Lolita que terminó por crear el mito de la niña sexy y controladora, “no hay nada más atrozmente cruel que una niña adorada”, que es tenazmente perturbadora. Desde luego, tal expresión es del narrador Humbert Humbert que es el victimario victimizado. Este es un libro que no se pueden perder. Es un portal, un estudio revelador de los personajes niñas que han sido presencias turbulentas en el cine, la pintura, la fotografía y, desde luego, en la literatura. Sé que no a todos los lectores les ha ocurrido así, pero para mí fue una escalera de asombros que tardaré unos días en bajar.

El centro es Lolita, la novela de Nabokov de 1955, a quien el escritor mexicano Mauricio Molina, citado por Ana, señala como “el primero en dar una dimensión mitológica a un deseo no por callado menos poderoso y presente: la fascinación por las niñas —y por extensión, niños— púberes.” La autora no sólo es una artista en el tratamiento del tema en la ficción, Las ninfas a veces sonríen y Las Violetas son flores del deseo pueden servir de ejemplo, sino que es una estudiosa del territorio Lolita en diversas artes y en la forma que algunos de los creadores se han visto censurados, incluso atacados por su trabajo. Con un estilo sobrio y convincente nos revela cada caso, tanto de los antecedentes del escritor ruso como de las obras que generó su genial novela. Me encanta el acertado y poético juicio de Guillermo Cabrera Infante, citado por Ana, claro, en la página 183: “La trama es… un cuerpo literario, sin otra piel que las palabras, sin otra carne que el estilo”. Imaginen el impacto de semejante visión en un autor de novelas negras.

Lugar descollante en este libro tiene Alicia en el país de las maravillas y su autor, Lewis Carrol, que fotografiaba niñas púberes desnudas. Su fascinación por Alicia Liddell, la niña que inspiró la fantástica historia mencionada, era notable; ella tenía 10 años cuando tuvieron su amistad profunda, después la relación cambió de rumbo, algo que es mejor que les cuente la autora, que nació en la ciudad de México en 1961, y es una de las escritoras mexicanas más conocidas en el mundo por sus inquietantes novelas. Otra caso excitante es el de Caperucita Roja que, nos cuenta Clavel, existen dos versiones famosas: la de Perrault, donde la niña muere devorada por el lobo; y la de los hermanos Grimm, donde la niña es rescatada por un leñador de las garras de la fiera. Pero, ¿qué cuenta la versión popular que dio origen al cuento a finales del siglo XVII? Es reveladora de dos asuntos fundamentales que tampoco les contaré. Como notarán, la presencia de las nínfulas es notable y también de los fáunulos, entre los más conocido está Peter Pan, creación de JM Barrie, que “llegó a afirmar que no pasa nada importante después de los 12 años”. Ana V. Clavel no se olvida de Tadzio, el espectacular jovencito de Muerte en Venecia, modelo conocido por Thomas Mann, justamente en la ciudad de las góndolas. Todos estos personajes es posible encontrarlos también en películas, algunas con más de una versión.

La escritora señala algunas de las herederas de Lolita, una de Juan Gacía Ponce, otra de Julio Cortázar, la Violeta de Filisberto Hernández; en la pintura sobresale el caso de Balthus, que pintó púberes desnudas donde expresa “una mística en torno al estado edénico de sus modelos”, y el de Gustave Doré. Una parte reveladora es el tema de las muñecas de compañía, donde destaca el caso del pintor Oskar Kokoschka, quien en 1924 presentó una a sus amigos, que era igual a su esposa de la que se acababa de separar; pero como apostilla la autora, “la muñeca no basta, el deseo siempre necesita más”. Se detiene un poco en el cine, donde nos recuerda a Pretty Baby, ¿se acuerdan de Brooke Shields, niña? Taxi Driver, ¿y de Jodie Foster? El Amante, “que la crítica especializada calificara de porno soft”; Belleza Americana, que indujo al crítico de cine Ernesto Diezmartínez a preguntarse: “¿Es la belleza americana del título el núbil cuerpo de una preciosa adolescente bañada en pétalos de rosas?” Por supuesto que cita otros ejemplos igualmente reveladores de la importancia de Lolita como obra y como mito. Termino con dos cosas, unas palabras de Roberto Calasso citado por Ana, “Platón afirmó en su Fedro que la pasión más alta era la posesión erótica”, y con mis mejores deseos para el 2018, que nosotros y nuestro país vivamos más felices y erotizados; pues sí, ni modo que qué.

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