A Enrique Peña hasta la Organización de las Naciones Unidas le dijo que estaba mal.

No sólo fueron las voces de instituciones internacionales, nacionales, sociedad civil, académicos y expertos las que expresaron los peligros y el rechazo a la Ley de Seguridad Interior, votada en el Congreso y promulgada bajo el dicho delator del Ejecutivo federal.

“No emitiré declaratoria de protección de seguridad interior en los términos de esta ley hasta que el máximo tribunal decida sobre su constitucionalidad”, indicó EPN.

Extraña acción y preocupante aclaración.

¿Será que, mientras son peras o manzanas, el Presidente está pensando usar al Ejército para intervenir en entidades jurídicas y electoralmente incómodas? ¿Para presionar en lugares, como Chihuahua, donde se realizan investigaciones por desvíos de recursos hacia el PRI?

Mientras la Corte no resuelva, lo podría hacer.

El asunto es tan delicado que lo que parecía imposible, lo logró Peña Nieto: unió a los del Frente de Ricardo Anaya con los de Morena de Andrés Manuel. Juntos por primera vez.

¿El propósito? Conseguir las firmas suficientes (dos terceras partes de las cámaras) para presentar ante la SCJN una Acción de Inconstitucionalidad en contra de la llamada #LeyGolpista.

Ayer, diputados federales entregaron ese recurso en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Al tiempo que en el Senado obtuvieron el número mágico de voluntades, 43, para hacer lo propio el día de hoy.

Los amarres políticos ha sido la especialidad de la gestión peñista. Entre los ingredientes destaca la amarga actitud de legisladores atentos a los designios gubernamentales y no al bienestar y voluntad de la sociedad. ¿Aplicarán la misma receta con el Poder Judicial?

La viabilidad de la militarizante ley o el futuro de una #SeguridadSinGuerra depende ahora de la decisión que tomen en la Suprema Corte.

Como lo expresó en alguna ocasión el entonces integrante del pleno, Sergio Salvador Aguirre Anguiano: sabremos de qué están hechos los ministros y las ministras.

RAZONES Y PASIONES: Dentro de la tragicomedia ruso-mexicana, todavía hay espacio para el vacilón.

Salieron a escena Juan Ignacio Zavala y el monero Patricio con sendas peticiones en el sitio change.org.

Juan Ignacio (hermano de Margarita y cuñado de Calderón) pidió expulsar del país, “por representar los intereses del gobierno ruso a través de un medio de comunicación”, a John Ackerman (esposo de Irma Eréndira Sandoval, futura secretaria de la Función Pública en caso de ganar AMLO).

Por su parte, Patricio Monero pidió expulsar, “por pendejo”, a Juan Ignacio.

Nota: Va ganando la segunda solicitud.

Más tarde, apareció como protagonista López Obrador. “Ya no soy peje, ahora soy AndresManuelovich”, apuntó.

Falta Luis Videgaray.

Porque luego de tanto empeño por ganarse la amistad del yerno de Trump, Jared Kushner (señalado en Estados Unidos de participar en la injerencia electoral rusa), y luego de tantas millas acumuladas en noviembre viajando como canciller a Moscú para “fortalecer el diálogo político de alto nivel”, no se vale que lo quieran dejar tras bambalinas, sin ser parte del gran elenco.

Twitter: @elisaalanis
Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

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