A consecuencia del llamado “caso Frida Sofía” se ha desatado un alud de críticas contra los medios de comunicación por haber difundido por horas y horas la expectativa de rescatar con vida a una niña bajo los escombros de la escuela Enrique Rébsamen. Es lógico —siempre sucede— que mientras más audiencia, penetración e influencia tenga el medio de comunicación, más grande es el reclamo en su contra.

Estas críticas se han centrado en dos ejes: el primero tiene que ver con el contenido (que si todo fue un montaje, una mentira con fines perversos, etcétera) y el segundo con el tono (que si fue un reality show, que si fue sensacionalista, etcétera). Es decir, hay una crítica de fondo y una de forma.

En ésta última es muy difícil trazar líneas comunes: incluso dentro de un mismo medio de comunicación, los tonos y los estilos varían entre editores, conductores, reporteros, fotógrafos, opinadores. Y además, hay distintos gustos del público que consume noticias: hay quien prefiere un tono más sobrio o solemne y hay a quien ese tono les aburre; hay quien sigue a periodistas que muestran sus sentimientos y hay quien prefiere ver, leer o escuchar a periodistas que no los transmitan. Por eso existe una gran variedad de periódicos, estaciones de radio, televisoras y portales.

En lo que tiene que ver con el fondo, con el contenido difundido en prácticamente todos los medios de comunicación en torno al caso “Frida Sofía”, hay elementos comunes, criterios compartidos, fuentes que convergen, y que permiten defender el papel de los medios de comunicación en este desgraciado acontecimiento.

1.- Lo primero que hay que entender es que, al reportear cualquier noticia, los medios de comunicación hacen lo que pueden con los recursos a su alcance. Trátese de lo que se trate: siempre va a ser más fácil para una Procuraduría investigar un crimen o para una Auditoría encontrar una corruptela: tienen más personal, más tecnología, más especialización. No se digan las consecuencias de un desastre natural.

2.- En el caso de la escuela Rébsamen, prácticamente todos los medios de comunicación nacionales y extranjeros, con diferencia de minutos o máximo horas, reportaron lo mismo: hay alguien vivo, es una niña, se llama Frida Sofía, tiene 12 años, mueve la mano, ya recibió agua, dice que está cansada, etcétera.

3.- Los reporteros desplegados en la escuela acudieron más o menos a las mismas fuentes: el mando máximo en el lugar que era la Marina, la tecnología de detección de movimiento operada por el Ejército, los testimonios de los rescatistas —gubernamentales y civiles— que declararon públicamente que tuvieron comunicación con una niña y las maestras de la escuela que apuntaban en la misma dirección.

En un contexto así, obviamente imposibilitados para meterse entre los escombros y constatar con propios ojos, eso era lo más profesional y confiable que se podía hacer: acudir al mayor número de fuentes al alcance.

4.- Cuando algunas de esas fuentes empezaron a dudar de la existencia de la niña, los medios también lo reportaron: no hay papás esperando, no existe ese nombre en la lista de desaparecidos de la escuela... hasta que finalmente el mando máximo en el lugar, la Marina, difundió que los nuevos elementos en sus manos les hacían concluir que no había niña. Y así se dio a conocer por todos en tiempo real.

Una terna de reporteros de dos importantísimos periódicos y una cadena televisiva de Estados Unidos, por décadas sujetos a estándares de calidad en el periodismo que son referencia en todo el mundo, decían extrañados en una plática informal afuera del colegio Rébsamen: “No entendemos por qué los atacan tanto, por qué les echan la culpa”.

SACIAMORBOS. Ya quedará para el público evaluar la reacción de los medios tras conocerse la inexistencia de Frida Sofía. Hubo quien transparentó de principio a fin su proceso de obtención y divulgación de información. Hubo quien sencillamente siguió haciendo lo que venía haciendo: difundir las noticias que surgían de la escuela. Hubo quien cayó en la desmemoria del “yo nunca dije eso, fueron ellos” (cuando claro que lo habían dicho, y hasta con más énfasis). Hubo quien borró de sus espacios digitales todas las veces que habló de la niña, y trató de acusar hacia otro lado. Esta historia aún no tiene desenlace.

historiasreportero@gmail.com

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