Voy a decir algo que debiera ser evidente, pero que trágicamente en México 2018 no lo es: no es normal la cantidad de candidatas y candidatos asesinados en el país durante este proceso electoral. No es normal. No debemos acostumbrarnos. De hecho, no hay otro lugar del planeta en el que algo ni remotamente cercano haya sucedido en tiempos recientes.

El recuento es de escalofrío: en siete meses más de 82 políticos han sido asesinados en México. El dato es suficiente para alarmarse, pero si además le sumamos que la mayor parte de estos casos —documentados por la consultora Etellekt— son de políticos locales, la fotografía que se va develando es todavía más trágica porque retrata el grado de indefensión y fragilidad en la que se encuentran miles de ciudadanos mexicanos que aspiran a ocupar un puesto de representación local, muy lejos de los spots en cadenas nacionales.

Pero ¿por qué los están matando? No sabemos con exactitud. Las investigaciones, como en miles de casos de violencia en México, son lentas y frecuentemente dejan más dudas que certezas. Sin embargo, datos de Etellekt sugieren que la mayor parte de los casos están relacionados con la determinación del crimen organizado por controlar políticamente zonas enteras del país. Quieren alcaldes, regidores y funcionarios a modo. Quieren controlar también los servicios de luz y agua, pero, sobre todo, quieren controlar a las policías.

En casi un 70% de los 82 políticos asesinados, los culpables directos fueron grupos de crimen organizado, y también casi  70% de los casos sucedieron en Guerrero (18 casos), Oaxaca (13), Puebla (9), Veracruz y el Estado de México (6). Un acercamiento a esta radiografía —que, por cierto, el Estado mexicano ha sido incapaz de darnos, pero que nos regala la consultora—  indica que la mayoría de los ataques se dieron en municipios con serios problemas de inseguridad, robo de combustible y robo de mercancía a transporte. Los asesinatos coinciden, además, con los corredores que ha creado el crimen organizado para transitar y traficar con personas, drogas, armas o huachicol.

Adicionalmente, las leyes estatales no tienen en cuenta la necesidad de proteger no solo a candidatos, sino también a precandidatos, lo cual no es detalle menor: el crimen tiene la capacidad de influir en el proceso electoral desde su arranque, “escogiendo” a sus candidatos favoritos.

Frente a este escenario, las instituciones del Estado han sido omisas. Digamos que hay de candidatos a candidatos: los importantes, que merecen protocolos de seguridad, y los que han dejado a su suerte. Que los candidatos locales le hagan como puedan: sin seguridad, en entornos complicadísimos y abandonados incluso por sus propios partidos, que tampoco parecen muy ocupados en establecer los protocolos correspondientes.

Los candidatos a la Presidencia de la República deben pronunciarse enérgicamente al respecto. Sucede que ya son demasiados días en los que nos levantamos con la noticia del asesinato de un candidato o candidata local en algún punto del país, y ni una sola palabra al respecto por parte de aquellos que aspiran a representarnos a todos los mexicanos.

PASE USTED. A partir de ayer, lunes 23, inicio una nueva etapa a cargo de la Segunda Emisión de Así las Cosas, de 13:00 a 15:00 horas en los micrófonos de W Radio. Espero que me puedan acompañar en esta nueva aventura.

@anafvega

 

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