El Donald no se rinde. Insiste, a golpe de tuits y declaraciones, en cargarnos el costo de su muro. De su enorme, bellísimo muro fronterizo. “México pagará”, afirma, “de una forma u otra”. Puede ser un reembolso, puede ser un cobro a la brava, puede ser pronto, puede ser en unos años, pero de que pagamos, pagamos.

Y es que el muro se necesita imperiosamente, dice. Estados Unidos, esa tierra de los libres, ese hogar de los valientes, necesita protegerse con una barrera física de la peste llamada México.

“México tiene un tremendo problema con el crimen. Tremendo. Uno de los dos o tres peores del mundo”. Eso señala, orondo, seguro de sí mismo, el Agente Naranja ¿Su fuente? Probablemente algún comentario al vuelo en Fox News sobre un reporte idiota de unos ingleses que nunca han puesto pie en México, pero, ¿qué más da? No es como si la verdad fuese importante. No es como si hubiese que basar las afirmaciones en hechos.

Entonces sí, los estamos inundando de criminales. Morenos, por si fuera poco.

Y además del crimen, las drogas. Muchas drogas: “Tremendas drogas están llegando a Estados Unidos a niveles que nadie había visto antes”.

Sí, Trump tiene razón: nunca nadie había visto niveles así. Salvo, claro está, todas las administraciones federales que precedieron a la suya desde finales de los setenta. En las épocas de gloria de Pablo Escobar y el narco colombiano, Estados Unidos importaba unas 600 toneladas de cocaína, un volumen cuatro a cinco veces más grande que el actual. Entre 2011 y 2015, las incautaciones de marihuana en la frontera México-Estados Unidos disminuyeron 40%, según datos oficiales gringos.

Pero es que el Donald quiso decir heroína, no drogas en general. Es mala leche pedirle precisiones.

Heroína. Ese es el tema. Esa es la sustancia que los malvados mexicanos están utilizando para llevar por el mal camino a la inocente población de Estados Unidos.

¿Y cómo parar el comercio de tan diabólica sustancia? Pues con un muro fronterizo, claro está. “El muro detendrá a la mayoría de las drogas que están inundando este país y envenenado a nuestra juventud”.

Porque, claro, la heroína pasa en esos tramos donde se construiría la enorme y hermosa muralla. Eso lo sabe intuitivamente Trump. Lo sabe porque lo sabe. Es inútil tratar de explicarle que nueve de cada diez kilos de heroína incautada en la frontera se descubren en los puertos de entrada, no en el desierto, no por el río, no en despoblado.

Y no hay que perder tiempo hablando de volúmenes relativos. Ni caso tiene decirle que, según estimaciones oficiales estadounidenses de hace algunos años, el consumo de heroína en su país se ubicaría entre 25 y 45 toneladas al año, una cantidad que cabría entre mil y mil 800 maletas, un monto que, aunque lo multipliquemos por tres, cinco, diez o 100, podría esconderse de mil maneras en el tráfico legal de personas y mercancías.

No, la heroína viene de México, pasa por los descampados de la frontera y es lo que cuenta. ¿A quién le importan todos esos analgésicos legales, provenientes del opio o no, recetados por miles de médicos y vendidos en miles de farmacias? ¿A quién le importan el Oxycontin, el Vicodin o el Percocet? ¿A quién le va que esos medicamentos hayan provocado hace dos años 50% más muertes por sobredosis que la heroína? ¿A quién le viene algo que no se puede arreglar con un muro?

No, el hombre de la peculiar cabellera sabe lo que sabe y lo sabe porque lo sabe. El problema es la frontera, el problema es México. Y por eso habrá una muralla enorme e impasable, pagada de algún modo y en algún momento por los mexicanos.

Trump lo dice, Trump lo cumplirá.

Claro, cuando pase ese pequeño problemita de Houston.

alejandrohope@outlook.com
@ahope71

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