Las circunstancias cambian. Los tiempos cambian. Y cada quien tiene derecho a cometer sus propios errores y tropezarse con sus propias piedras. Además de que nadie aprende en transición ajena.

Pero, con todo, tal vez habría algunas lecciones generales que extraer del pasado, de otros momentos cuando ha habido un gobierno que no acaba de irse y un gobierno que no termina de llegar. Con ese espíritu y con absoluta modestia, van aquí algunas sugerencias para el actual equipo de transición, templadas por una participación muy menor en un proceso previo (el de 2000):

1. Ya no hagan promesas: eso era para la campaña y para ganar simpatías. Objetivo logrado. Ahora toca modular expectativas, contener ansias, administrar esperanzas. Millones se ilusionaron con su triunfo. Muchos inevitablemente acabarán decepcionados. No le añadan a ese número sumando más promesas a las que ya hicieron antes de las elecciones.

2. No hagan anuncios concretos. O hagan muy pocos. Por ahora, no cuentan con instrumentos para convertirlos en realidad. Pero cada anuncio genera inquietud y la inquietud rápidamente se vuelve resistencia. Pueden llegar así a diciembre con adversarios movilizados, organizados y dispuestos a pelear. Así le pasó a Vicente Fox con el anuncio tempranero, dos meses antes de la toma de posesión, de una posible reforma fiscal. Así les puede pasar a ustedes con el anuncio a destiempo de posibles despidos de personal de confianza.

3. Digan poco. A estas alturas, después del triunfo que tuvieron, nadie les va a reclamar los silencios. En cambio, cada palabra es una bomba en potencia. A ustedes ya les salió mal el asunto del Papa. Asuman que la popularidad del Presidente electo es un bien escaso que hay que economizar para cuando vengan los conflictos importantes. No la gasten en infiernillos.

4. Limiten los nombramientos. Algunos tal vez sean inevitables, pero muchos pueden esperar al cambio de gobierno. Cada designación deja rivales heridos y enemigos potenciales. Cada nominación multiplica la posibilidad de que alguien descubra algún esqueleto en algún closet. Mejor tomen las cosas con calma, revisen a detalle los antecedentes de sus posibles colaboradores y eviten sorpresas desagradables.

5. Partan de un principio socrático: solo saben que no saben nada. Ignoran más de lo que conocen sobre el aparato que van a heredar. Porque no han vivido en la panza del animal. Porque no han tenido acceso aún a la información dura, granular y reservada. Dediquen estos cinco meses a ir cerrando gradualmente esas brechas de conocimiento. No van a completar el proceso para diciembre, pero algo pueden avanzar. Y mientras avanzan, no prometan lo que no saben si es posible cumplir.

6. Los funcionarios del gobierno saliente pueden haber sido sus adversarios durante la campaña electoral y podrán volverse sus chivos expiatorios después de la toma de posesión, pero en este breve interludio, son sus aliados. Son ellos (y ellas) los que tienen la llave de la información que necesitan para planear su llegada al gobierno. Son ellos los que deciden si van a encontrar diez o cincuenta bombas en el cajón de sus futuros escritorios. Entonces cultiven esas relaciones. Traten a los funcionarios salientes con respeto y deferencia. Vale la pena.

7. Asuman que nada es fácil. Asúmanlo porque es buena praxis política: eso les va a permitir administrar mejor los tiempos. Pero asúmanlo sobre todo porque es cierto: ningún cambio relevante que pretendan va a ser fácil, por mucha mayoría que tengan. Entonces conserven sus fuerzas, conserven sus energías, conserven su capital político. No les va a sobrar.

Y una última cosa: buena suerte.

alejandrohope@outlook.com
@ahope71

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