Ya estamos en la temporada de las definiciones, en el momento de levantar la mano para tratar de ser presidente. Todos los que lo hagan tendrán que decir algo sobre seguridad y justicia. Algo que, en muchos casos, acabará siendo una colección de sinsentidos y ocurrencias. Pero tal vez algunos o algunas quieran decir algo sensato. Para ellos y ellas, van algunas sugerencias genéricas:

1. El problema de la inseguridad no se “resuelve”. No hay aquí cura por encontrar o enemigo a vencer. Se trata de una condición crónica que se puede administrar y contener, pero no eliminar.

2. Reducir la violencia criminal es un objetivo importante de la política de seguridad, pero no es el único. Facilitar el acceso a la justicia es otro. Mitigar el miedo en las calles es uno más. Incluso, en eso de la reducción de violencia, el asunto es en plural: hay violencias, cada una es un tema en sí mismo.

3. Si hay más de un objetivo, tiene que haber más de una métrica de avance. No se obsesione con la tasa de homicidio y, menos, con su evolución de mes a mes. Ese es un indicador que responde mal a cambios de política en el corto plazo. Mejor concéntrese en lo que sí puede controlar, la calidad de las instituciones a su cargo.

4. No se distraiga en la elaboración de una “estrategia de seguridad”, así en majestuoso singular. El problema es demasiado grande y demasiado complejo para una solución que abarque todo. Es mejor idea pensar en estrategias puntuales para enfrentar retos específicos (por ejemplo, el feminicidio o el robo a autotransporte).

5. No hay varitas mágicas ni atajos. Esto no se resuelve si cambia la condición legal de algunas sustancias. O si se pone más énfasis en la persecución del dinero sucio. No está de más hacer esas y otras cosas similares, pero no nos evitan la larga tarea de construir Estado.

6. Casi sin importar lo que quiera hacer en materia de seguridad, se necesitan más datos. Y eso significa más denuncias, no menos. Si algún funcionario sale a presumir como buena noticia la disminución de la incidencia reportada de, digamos, robo o extorsión, córralo en el acto. No sabe de lo que está hablando. O sí sabe y quiere engañar a la ciudadanía (y a usted).

7. Elimine la palabra “cero” de sus discursos. No hay tolerancia cero. No hay impunidad cero. Son objetivos descomunalmente caros. Sólo son posibles si un país está dispuesto a tener economía cero y libertad cero (Corea del Norte viene a la mente como ejemplo). Algo de impunidad y algo de delito son costos a pagar para tener una sociedad libre ¿Cuánto es ese algo? Mucho menos de lo que tenemos ahora, pero no es cero.

8. Si quiere resolver algo en el sector seguridad, va a necesitar más presupuesto. De eso, no hay duda: tener policías competentes, fiscalías eficaces y prisiones humanas cuesta. Bastante más de lo que hoy gastamos en esos asuntos. Pero eso no significa que todo se resuelva con cañonazos de dinero. Mucho de lo que hoy erogamos es despilfarro. Reducir ese tiradero debe ser la prioridad inicial.

9. Con alta probabilidad, va a tener que moverle al organigrama para que las cosas empiecen a cambiar. La Secretaría de Gobernación, en su diseño actual es un desastre. Lo mismo vale para otras instituciones federales del sector. Pero no suponga que las instituciones cambian con sólo moverlas de ubicación administrativa. Las inercias pueden ser muy difíciles de romper

10. Aprenda y enseñe paciencia. De lo importante, muy poco se siente en corto plazo. O en el mediano. Construir Estado es brega larga, de muchas generaciones. Siéntase orgulloso si deja a las instituciones mejor de como las recibió. Lo demás vendrá después.

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