La democracia, dice la filósofa Martha Nussbaum, necesita de las humanidades. Y sin duda, agregaríamos, de la ética. Tan ausente estos días en que proliferan: las alianzas pragmáticas por encima de los principios, la banalidad de los spots, las noticias falsas, el premio a la trampa, la invitación al miedo. Es el vacío de ideas en las campañas el que asusta, la desconexión de los candidatos con la realidad más dolorosa, la de la violencia y la de los muertos y desaparecidos, la de la inseguridad y los feminicidios, la de la injusticia cotidiana, la de los migrantes en su incertidumbre y la problemática del medio ambiente, de la que se habla tan poco, aunque sea tan urgente.

Es pronto para la reflexión acerca de las propuestas que apenas se asoman de parte de candidatos a ocupar cargos en el medio cultural. Algunas ideas han expresado Alejandra Frausto (Excélsior, 9/4/18) que encabezaría la secretaría de Cultura por la alianza “Juntos Haremos Historia” (Morena, PT y Encuentro Social) y Paco Ignacio Taibol II que se perfila como secretario de Cultura de la CDMX si gana Claudia Sheinbaum. Por su parte, y para sorpresa de muchos, Raúl Padilla, presidente de la FIL y del Festival Internacional de Cine, de Guadalajara, fue presentado por Anaya como enlace cultural por la alianza “Por México al frente” (PAN, PRD, Movimiento Ciudadano) y anunció un eje de ocho acciones prioritarias. Consuelo Sáizar se dio a conocer como responsable del proyecto de Educación y Cultura con Margarita Zavala, candidata independiente. El PRI no ha hecho designación alguna, pero Beatriz Pagés recibió de mano del Grupo de Economía y Cultura (GRECU) las propuestas de los 39 autores de ¡Es la reforma cultural, Presidente! que han entregado a los candidatos, a quienes solicitan un encuentro para introducir en los debates las demandas que expresan en el libro.

Sería deseable que los candidatos lean, completo, el libro del GRECU. Y algunos más que podríamos sugerir, como: Nobleza de espíritu, una idea olvidada, del filósofo Rob Riemen; La sociedad dolida. El malestar ciudadano, de Juan Ramón de la Fuente; Arte para la convivencia y educación para la paz, de Lucina Jiménez; Flores en el desierto, de Gloria Muñoz Ramírez... Porque nos hablan de esa realidad nuestra con mirada profunda y humanista. Porque la democracia no empieza ni termina con la votación, sino que se expresa cuando los ciudadanos alcanzan la mejor versión de sí mismos en libertad, como insiste Riemen. Y porque, una parte importante de la cura a nuestro malestar, como propone De la Fuente, consiste en fortalecer la parte sana del cuerpo social que es la cultura.

También sería bueno recordarles el discurso de Vicente Leñero cuando recibió el Premio Nacional de Literatura en 2002: “La cultura pertenece al lenguaje de la identidad, a la gramática de la exaltación de la vida. Es tan básica y tan alimenticia como nuestra tortilla y nuestros frijoles, tan indispensable como el agua y la vivienda, tan gratificante como el amor (…) como puntalanza, como sustento, como contrapunto para una sociedad empeñada en regirse por exclusivas exigencias económicas”.

Resulta casi inimaginable, advertía, descubrir a un secretario de Estado, o a un gobernador, o a un líder parlamentario, gozoso en la butaca de un teatro, en una sala de conciertos o de cine, absorto en la lectura de una novela o ensimismado en una galería de arte… “Y si quienes nos dirigen desconsideran para sus propias vidas la valoración íntima de las manifestaciones culturales, resulta lógico entender que no hagan lo suficiente para promover el ejercicio y la apreciación de lo que exalta la vida (…) Habría que recordar entonces, una vez más, que la mayor riqueza de México está en su cultura. La que se hizo, la que se hace hoy, la que está por hacerse”. Y concluía: “Habría que encontrar el modo de convertir la cultura en necesidad”.

adriana.neneka@gmail.com

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