No es fácil tener plantas en el espacio. Sin gravedad, las semillas revolotean , el agua se aglutina en gotitas, y la luz artificial y el aire tienen que regularse finamente para reproducir el Sol y el viento.

Sin embargo, para la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), tener jardines en el cosmos es crucial para su carrera espacial .

Los futuros exploradores espaciales

tendrán que alimentarse durante sus misiones de varios meses, a veces años, a la Luna o a Marte, y en los productos liofilizados algunos nutrientes esenciales como las vitaminas C y K desaparecen con el tiempo.

Si los astronautas se privan de esos componentes, se incrementa el riesgo de que desarrollen infecciones, cáncer, enfermedades cardíacas o de tener una mala circulación sanguínea .

Ante este panorama, la agencia espacial estadounidense ha recurrido a botánicos y jardineros, la mayoría jóvenes escolares, para hacer algunos experimentos.

“Hay decenas de miles de plantas comestibles en la Tierra que podrían ser útiles, pero no es fácil saber cuáles son las mejores para producir alimentos destinados a los astronautas”, explica Carl Lewis, director del Jardín Botánico de Fairchild, en Florida, en primera línea de las investigaciones. “Aquí es donde entramos en juego”, añade.

Experimentos

Este jardín botánico de Miami ha identificado 106 variedades de plantas que podrían reaccionar bien en el espacio, como el repollo rústico y la lechuga, y se ha asociado con más de 15 mil alumnos de 150 establecimientos escolares que cultivan en sus aulas plantas bajo las mismas condiciones que en el espacio exterior.

El proyecto, de cuatro años de duración y financiado por una subvención de la NASA de $1.24 millones, se encuentra ya a medio camino y empieza a generar los primeros resultados.

Jardines fuera de la atmósfera, un reto de la exploración espacial
Jardines fuera de la atmósfera, un reto de la exploración espacial

Utilizando unas bandejas equipadas con lámparas similares a las que se usan en el espacio, los alumnos cuidan las plantas, recogen y anotan varios datos sobre su evolución y transmiten todas esas informaciones a la NASA.

“No usamos el material clásico de jardinería”, explica Ghays Campo, una estudiante de 17 años, cuya clase es responsable de una lechuga roja. “Tenemos instalaciones de alta tecnología”.

Sin embargo, la experiencia no está exenta de ciertas dificultades: a veces las plantas se riegan demasiado, la temperatura de las aulas varía de una a otra o los cultivos quedan desatendidos durante las vacaciones escolares...

En la clase de Ghays Campo la lechuga se ha secado y, aunque los alumnos no han podido probarla, han transmitido esas informaciones a la NASA.


Ese tipo de desventuras contribuyen de manera inesperada al programa: “Si una planta reacciona bien con todas estas variantes, es muy probable que también reaccione bien en el espacio”, explica a la AFP Gioia Massa, especialista en botánica de la agencia espacial.


“Los alumnos aprenden que hacer errores está bien”, señala por su parte JoLynne Woodmanssee, profesora del colegio BIOTech de Miami.

En la clase de Ghays Campo la lechuga se ha secado y, aunque los alumnos no han podido probarla, han transmitido esas informaciones a la NASA.

Ese tipo de desventuras contribuyen de manera inesperada al programa: “Si una planta reacciona bien con todas estas variantes, es muy probable que también reaccione bien en el espacio”, explica a la AFP Gioia Massa, especialista en botánica de la agencia espacial.

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