Un fuerte sismo magnitud 7.6 azotó la noche del pasado martes a Honduras, de acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos , el terremoto tuvo epicentro en el mar, 44 km al este de las Islas Cisne, una zona poco poblada, y a 10 kilómetros de profundidad. Este archipiélago hondureño está situado entre Belice y Cuba.

A causa del sismo el Centro de Alerta de Tsunamis emitió una advertencia en las costas del Caribe, desde México hasta Panamá, y para las islas cercanas, pero ¿todos los sismos pueden causar tsunamis?

De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional , un tsunami son olas de varios metros de altura producidas por un sismo cuyo hipocentro tiene lugar bajo el océano. Estos sismos hacen que el suelo marino se desplace en forma vertical, lo que genera un desplazamiento violento del volumen de agua que se encuentra por encima de éste.

Por el contrario, los temblores de baja magnitud y los que producen desplazamientos de tipo horizontal en el piso oceánico no generan tsunamis.

Sin embargo, México corre el riesgo de ser golpeado por tsunamis. En los últimos 283 años se han registrado más de 60 en las costas del Pacífico occidental. Entre los más importantes destaca el de junio de 1932: un sismo con una magnitud de 6.9 grados que se generó en los litorales de Jalisco y Colima una ola de 10 metros de altura que penetró un kilómetro en Cuyutlán y dejó 75 muertos y 100 heridos.

Las costas del Pacífico mexicano, que suman nueve mil 744 kilómetros, conforman una zona considerada de alto riesgo. Y entre los litorales de Chiapas y Jalisco habitan millones de personas.

Dentro de esta zona se encuentra la Brecha Sísmica de Guerrero (conocida también como Guerrero Gap), sección que desde hace 105 años no ha presentado rompimientos por movimientos tectónicos. La posibilidad de que ésta e incluso otras secciones se rompan, está latente. Y si esto sucediera, ocasionaría un sismo de gran magnitud, posiblemente mayor al del 19 de septiembre de 1985.

¿Qué se puede hacer para mitigar los efectos de un futuro tsumani?

Dentro del proyecto SATREPS (Science and Technology Research Partnership for Sustainable Development), la UNAM, el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred), las universidades japonesas de Kioto, Tokio, Tohoku, Kansai, Utsunomiya, Tokushima y Kobe, así como el Conacyt y las agencias institucionales japonesas JICA, JST y JAMSTEC, colaboran para buscar respuestas a éstas y otras preguntas.

El principal objetivo del proyecto SATREPS es evaluar el peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en las costas del Pacífico mexicano y contribuir a la mitigación de desastres.

Sus tareas están repartidas en tres grupos. El primer grupo se encargará de las observaciones en el fondo oceánico y en tierra, para determinar el movimiento de las placas tectónicas y la acumulación de esfuerzos en ellas; el segundo, de la modelación de fuentes sísmicas y la propagación de los tsunamis asociados, con la finalidad de generar mapas de inundación a lo largo de dichas costas; y el tercero, de utilizar la información de los grupos anteriores para evaluar la vulnerabilidad y el riesgo asociado a tsunamis, y diseñar un programa educativo.

El grupo de modelación de tsunamis genera mapas de inundación por tsunamis. Para ello primero construirán, basándose en eventos históricos, escenarios estocásticos de sismos (o relativamente aleatorios); luego realizarán, a partir de esos escenarios, simulaciones de tsunamis (incluirán la extensión de las inundación) que hipotéticamente podrían ocurrir, e identificará las regiones que serían afectadas.

Posteriormente, con las observaciones obtenidas por los OBS, los sensores de presión y los GPS instalados en tierra, se construirán escenarios de posibles sismos y, a partir de ellos, se realizarán nuevas simulaciones de tsunamis. Este proceso se repetiría cada año para incorporar las nuevas observaciones y así tener cada vez un mejor modelo de sismos/tsunamis en esa zona de México.

Dentro de este proyecto hay diferentes ciudades piloto que se estudiarán a detalle, debido a su ubicación y densidad poblacional; éstas son Acapulco, Ixtapa, Zihuatanejo, Nuevo Amanecer, El Papayo, Barra Vieja y Petatlán.

También se busca hacer lo que nunca antes se ha hecho en México: identificar las regiones donde se podría intensificar el oleaje en el caso de que un tsunami generado por un sismo en la Brecha Sísmica de Guerrero golpeé las costas del Pacífico mexicano.

En México, los grandes tsunamis ocurren con una frecuencia de 200 a 500 años, pero por desgracia la memoria se suele perder. El periodo de retorno no permite mantener una cadena de recuerdos catastróficos para las generaciones futuras. Es decir, si no hay mucho daño, hay poca memoria.

***Con información de la UNAM

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