El 21 de abril de 2018 culminó el proceso de negociación para la modernización del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM). Las adecuaciones más relevantes del nuevo tratado se concentran en la liberalización de bienes agroalimentarios y servicios electrónicos, el reforzamiento de las políticas de propiedad intelectual con la adopción de la figura de Indicaciones Geográficas (IG), la acumulación de las reglas de origen del sector automotriz y el reforzamiento de un ambiente competitivo de empresas privadas en licitaciones públicas entre México y la Unión Europea.

Desde la entrada en vigor del primer TLCUEM, en 2000, el intercambio comercial entre México y la Unión Europea se multiplicó cuatro veces, con datos a 2017.

Para este último año, las principales exportaciones de la UE hacia México fueron maquinaria y accesorios mecánicos (24.8%) y vehículos y aeronáutica (16.8%); mientras que las principales exportaciones mexicanas fueron de equipo electrónico (16.8%) y petróleo, gas y carbón (15.6%). Los principales socios comerciales europeos de México —en orden descendente de importancia— son: Alemania, España, Francia e Italia.

La UE representó 5.6% de las exportaciones mexicanas de bienes durante 2017. De esta manera, se ha consolidado como la segunda región más importante para las exportaciones desde México, después de aquella conformada por el TLCAN. Así, el mercado común europeo se consolidó como el tercer socio comercial de México, únicamente detrás de Estados Unidos y China. El éxito de esta renegociación se enmarca en la diversificación de exportaciones mexicanas en vista de las políticas neoproteccionistas desde Estados Unidos.

Durante la renegociación del TLCUEM, los dos temas que representaron el mayor cabildeo fueron las Reglas de Origen (RO) y el reconocimiento de la Indicaciones Geográficas (IG).

En el primer caso, la propuesta fue permitir la acumulación de origen de las reglas de contenido regional, lo que permitiría que tanto la UE como México pudieran adquirir insumos de otros países con los que cada uno tenga acuerdos comerciales de manera individual sin perder la proporción originaria de producción. Al final, la regla de origen para el sector automotriz se mantuvo en 60%.

En el caso de las IG, se incluyó el reconocimiento y protección de esta figura en México, con lo cual los productos, principalmente agroalimentarios, con un origen geográfico específico que sea vinculante a su calidad o reputación, no podrían haber sido comercializados en México con sus nombres originarios.

La industria del queso en México, que se perfilaba como la más afectada, logró que se exenten las variedades de mayor consumo nacional. En el nuevo TLCUEM, los quesos producidos en México bajo nombres protegidos por una IG europea, como el queso manchego, únicamente podrán ser comercializados bajo ese nombre si cuenta con la cláusula: “tipo”, “imitación”, “producido en”. En 2016, el queso manchego se colocó en 7° lugar en consumo mexicano con participación de 9% del consumo total.

Asimismo, en esta negociación, se eliminó el cupo máximo de productos como el agave, miel de agave, huevo y pollo mexicano y plátano; se aumentó el cupo máximo para la carne de res y se liberó la exportación de jugo de naranja en la zona común europea. Además, se consiguió la protección de productos mexicanos como el mango ataúlfo de Soconusco de Chiapas, arroz de Morelos y cacao de Grijalva. La liberalización inmediata de productos agrícolas con el nuevo tratado será de 86% del total de bienes agroalimentarios.

La firma del nuevo TLCUEM significa una oportunidad de expansión formidable para nuevos mercados. Es necesario preparar una agenda para realizar, por un lado, una transición nacional al sistema de IG que garantice condiciones óptimas de competencia para los pequeños productores y, por otro, un ejercicio de observación cuidadoso para garantizar que la modernización del TLCUEM contribuya a incrementar el valor de nuestras exportaciones y, con ello, la competitividad del país.

Lo anterior, potenciando la transferencia tecnológica y la innovación, ente otros, de nuestras exportaciones a este Continente. Como empresarios y gobierno debemos actuar de la mano, con una política industrial clara y con visión de largo plazo, gestionar los mercados y desarrollar cadenas productivas nacionales sólidas con capacidad de sumarse a estas cadenas globales de suministro con miras a la creación de riqueza nacional, por el mismo valor añadido en los productos que enviamos al exterior.

Vicepresidente de Consultores Internacionales

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