Algunos se recuperan de una ruptura amorosa con cierta rapidez y más fácilmente que otros. ¿Por qué sucede así? Una de las muchas respuestas está en las experiencias de la niñez, en particular las relacionadas con el abandono emocional.

Un rompimiento con la pareja dispara emociones vinculadas al abandono en la niñez. Se vuelven a experimentar la inseguridad, la indefensión, ansiedad, tristeza y vulnerabilidad de la primera experiencia de abandono con los padres o las figuras que nos criaron.

El origen está en la infancia

Quienes sufrieron el desamparo afectivo cuando niños, tienden a experimentar emociones amplificadas ante cualquier tipo de abandono: ser hecho a un lado, excluido, ignorado o rechazado. Y esto aplica a formas de abandono que parecerían fáciles de superar para otros, como el no ser aceptado para un empleo o el rechazo por parte de una persona que nos atrae físicamente.

Algunos no recibimos la protección afectiva, física y psicológica que necesitamos de pequeños porque nuestros padres no eran conscientes de estas necesidades o no se responsabilizaron de cuidarnos. Quizás a ellos tampoco les dieron los cuidados, el cariño y la atención necesaria para crecer de forma segura e invulnerable.

A veces, incluso los padres afectuosos no logran cubrir las necesidades afectivas de sus hijos, o no lo hacen de la manera en que estos últimos lo requieren. En otras ocasiones, es debido a enfermedad, falta de interés, ausencia física o emocional, divorcio, alcoholismo o poca disponibilidad de tiempo que los hijos terminan sufriendo de la apatía, indolencia o frialdad de los padres. Los padres abandonan emocionalmente a sus hijos al compararlos con otros, ignorarlos, manteniéndose físicamente distantes y no apoyarlos en sus intereses.

El desabrigo emocional experimentado produce una herida profunda, difícil de cerrar. Emerge un sentimiento de vergüenza por no ser suficientemente importante para obtener su atención y cuidado. Además, se experimenta desesperación, rechazo, temor a no sobrevivir sin los padres, indefensión e inseguridad. Muchas personas van cargando con estos sentimientos a lo largo de su vida.

Nuevos dolores, viejas heridas

En la adultez, con el rompimiento de una pareja, la herida del rechazo se vuelve a abrir. Pero ahora se le experimenta con más fuerza. Es un fuerte choque emocional que causa una sensación de letargo, desorientación, irritabilidad, agitación y cambios en el apetito y el sueño.

Este nuevo dolor contiene todos los sentimientos de abandono anteriores: la muerte de personas queridas, rupturas en la adolescencia, la traición de un amigo, la pérdida del trabajo. Y nuevamente se vuelven a sentir la vergüenza, la desesperación, el rechazo, la indefensión e inseguridad vividas anteriormente. Es entonces que decimos: “No puedo vivir sin él”, tal como pensamos y sentimos en el dolor original por el descuido emocional de los padres.

El rechazo original

El rechazo o abandono de la esposa o el novio desencadena el miedo original de ser dejado por quien nos proveía de cuidado, calor y contención. Así, volvemos a experimentar algo parecido al temor original, el sentido al ser expulsados del vientre materno.

Ahora podemos entender por qué el dolor por la separación amorosa se siente tan intenso: debido al retorno inconsciente a los momentos en que realmente sentíamos que no íbamos a sobrevivir sin la persona amada, nuestra madre.

La pareja: un vínculo especial

La pareja es alguien en quien hemos llegado a encontrar satisfacción a la necesidad de pertenecer y con quien hemos logrado una conexión única. Susan Anderson, psicoterapeuta especializada en víctimas de abandono, dice que el vínculo emocional en la pareja se da a través de varios sistemas psico-biológicos: nuestras pupilas se dilatan de manera sincronizada, de alguna forma imitamos la forma de hablar del compañero, imitamos movimientos e incluso se sincronizan los ritmos cardiacos, respondemos a las feromonas del otro y nos volvemos adictos a ellas. Todo esto es parecido a lo que sucede con los bebés en el vientre materno.

No es sorprendente que, cuando la relación termina, sintamos que no podremos vivir sin el otro. Por fortuna, la experiencia prueba que no es así, que nos recuperamos y seguimos adelante con la vida, pero el dolor experimentado puede ser devastador.

¿Cuál es la salida a esta situación? Comprender y aceptar las causas de la herida emocional inicial, la relacionada con los sentimientos de abandono y separación en la niñez, que es la más accesible a la conciencia. Esto se puede hacer con la ayuda de un psicólogo, terapeuta o consejero espiritual. Algunas terapias como rebirthing o las regresiones con hipnosis ayudan a sanar y limpiar el trauma del nacimiento, que está mucho menos accesible a la conciencia.

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