Hace rato vi una noticia que hizo que escupiera el café, me parara en seco y exclamara un indignado “¡No mames!” en medio de la calle. (KE OSO PLAKETA). El Museo del Juguete Antiguo México, en la colonia Doctores, está en peligro de cerrar.

El Mujam es mi lugar favorito de la Ciudad de México, así de plano. No hay otro espacio que me emocione tanto visitar y al que pueda volver tantas veces sin dejar de descubrir cosas nuevas. Si han ido, seguro entienden por qué digo todo esto. Pero además de lo impresionante que es así solito para cualquiera que lo visite, Roberto Shimizu –el dueño– y yo compartimos una pasión: comprar chingaderas. Nomás que él la ha ejercido al máximo durante más de 50 años. El resultado es una de las colecciones de juguetes más grande del mundo. Parte de ella está exhibida en un edificio de la colonia Doctores, que originalmente fue de departamentos pero poco a poco se ha ido transformando para que quepan más y más y más y más cosas.

Cosas.

Sí, porque no sólo hay juguetes-para-jugar, sino toda clase de objetos relacionados con la cultura pop mexicana del siglo XX. Y por eso no podemos permitir que desaparezca. Porque en ningún otro lado se puede ver ese esplendor que se nos escapó como tierrita entre las manos. *llora*

Es que en serio, ¿dónde más van a poder las nuevas generaciones que alguna vez tuvimos una industria cultural poderosa y masiva? ¿De que los juguetes, las películas, los cómics, los héroes y hasta los pinshis chicles que se producían en México eran consumidos y queridos por la gente? Mi chairismo me ciega, pero qué cosa tan chingona debió haber sido poder comprar juguetes hechos aquí sin que fueran un trompo de madera con la punta oxidada o algún otro cachivache que va a terminar en aburrimiento, descalabramiento o tétanos. Qué chido encontrar cosas únicas sin que fueran indie gooooeeeeei, no como ahora, que tienes el mismo muñeco horrible que en otros 100 países. (Tal vez ese mono de Lili Ledy también estaba horrible, PERO ERA NUESTRO). Ya sé que los tiempos han cambiado, que no estudié en el ITAM ni sé nada de macroeconomía, que la globalización está cabrona y que no hay manera de que una historia nacional compita con Frozen... ¿pero y si sí? ¿No podríamos tener las dos? “Chaira soy, chaira soooooy” (cantarse con la tonadita de “Let it go”).

En una época en que autoridades babosas (te estoy viendo, Mancera; a ti también, Monreal; a ustedes también, delegados chafas –menos a ti, Claudia Sheinbaum, tú me caes bien–) quieren convertir la CDMXEXDFTYIKNGRKPHGF&·¿$”{JDH en un enorme centro comercial, homogéneo y de hueva total, tener espacios como el Mujam es más importante que nunca. Es resistencia contra la cultura oficial. Es otra forma de hacer ciudad, de intervenir positivamente el espacio público, de transformar un barrio sin hipsterizarlo. Es un gran recordatorio de que la Ciudad de México es única... y hay que hacer algo antes de que nos transformemos en San Antonio, Texas.

¡¡¿¿ESTO QUIERES PARA NUESTRA CIUDAD, MANCERA???!!

***

El Mujam es así de especial porque es completamente independiente. Nadie les dice qué hacer. No tienen apoyo de las autoridades... ni lo quieren. El pedo es que sí sale caro mantenerlo y que con lo del precio de entrada no alcanza. Por eso están kickstartereando su plan para no cerrar.

Hace un par de años entrevisté a Roberto Shimizu y a su hijo Roberto Shimizu (no confundir a Roberto Shimizu con Roberto Shimizu). Me contaron que alguna vez Carlos Slim quiso comprar la colección pero ellos dijeron que neeeeel, que el museo se quedaba en la Doctores. También me dijeron que soñaban con que, un día y así de la nada, el gran patrocinador del Mujam entrara por la puerta, se maravillara con el lugar, y decidiera financiarlo sin andar de metiche en el proyecto ni querer adquirir la colección para disneylandizarla.

Esa persona aún no ha llegado... o a lo mejor sí. Quizá somos todes nosotres, que juntando pesitos nos podamos convertir en una especie de Carlos-Slim-No-Metiche.

Aquí le pueden caer con la cooperación volntaria: clic.

Si no han ido al museo, KESPERAN. No les puedo recomendar ningún lugar de este planeta con mayor entusiasmo y amor. Aquí toda la información necesaria para visitarlo: clic.

Hay que correr la voz.

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