Caras sucias, llenas de tierra, miradas tristes, harapos. Ninguna sonrisa se asoma en sus rostros infantiles. Manos llenas de callosidades impropias de su edad.

La realidad del trabajo infantil es tan absurdamente común que parece que ya ni siquiera nos daña la vista. Ver un niño por la calle, vendiendo, pidiendo dinero, boleando zapatos es tan corriente que solemos pasarlo por alto sin detenernos un segundo a pensar en ello.

Más de 300 millones de niños en el mundo trabajan en condiciones deplorables, con horarios de hasta 18 horas por día ganando unos 8 pesos por día si tienen suerte, si no la tienen quizá les den algunas sobras de comida para mal alimentarse a ellos y a sus familias. En México esa cifra supera los tres millones.

Niños cuyo trabajo imita al trabajo adulto pero cuyo pago es infinitamente menor cuando lo hay. Pequeños de incluso 2 y 3 años son forzados a utilizar sus pequeñas manos para colaborar en la elaboración de ladrillos. A los 4 o 5 son forzados a cargar enormes piedras con sus pequeñas manos, canastas de leña o vender en semáforos en las ciudades. A los 7 u 8 años se puede ver a muchos usando palas y tamices en las minas de Colombia, Perú, Brasil o algún país Africano para buscador  diamantes, esmeraldas, carbón o el tan preciado coltán que es base de los teléfonos móviles que usamos a diario.

A los 9 o 10 podremos verlos encañonando con un arma de fuego a otro niño “enemigo” movido por el puro impulso que provoca la falta de alimento, la violencia en que viven y los los grandes cocteles de drogas que los obligan a ingerir para aguantar una vida tan terrible. A los 11 o 12, los veremos en enormes talleres de costura de la India, Tailandia o China, donde coserán por hasta 18 horas con apenas una comida al día para crear las millones de prendas de moda con marcas ostentosas que se venden en las mejores tiendas del mundo: Zara, Mango, H&M, Benetton o Nike son creadas con trabajo infantil esclavo.

A los 12 se le verá cargando costales que duplican su propio peso en las plantaciones de palma de muchos países del mundo, el aceite de palma es el ingrediente principal de casi todas las marcas de chocolate que se comercializan (no el cacao por si así lo creían) y su producción además de usar trabajo infantil, es responsable de la deforestación de enormes zonas de bosques y selvas tropicales en América del Sur y África.

A los 13, a los 14, a los 15… Haciendo trabajos excesivos para su edad que no solamente los obligan a dejar la escuela (si la hay), sino que les provocan malformaciones óseas, heridas e incluso la muerte. Niños en el campo o en las ciudades, en países azotados por la pobreza en donde para sobrevivir hay que trabajar, así se tengan 3 años y apenas se haya aprendido a caminar.

El trabajo infantil se encuentra prohibido en muchas partes del mundo por convenios internacionales, en otros lugares está prohibido pero las autoridades son omisas y está Bolivia, el único país del mundo donde el trabajo infantil está legalizado desde el 2014.

Para estos pequeños no hay días de correr, jugar o aprender, las fábricas de aluminio, textileras, de juguetes -con toda la ironía que ello conlleva- serán su lugar de trabajo 12, 14, 16 o hasta 18 y 20 horas de cada día; granjas, cultivos, trabajo doméstico. Para ellos solo trabajo en una vida que tristemente se terminará muy joven, como Ezequiel Ferreyra, un pequeño de 5 años que murió por trabajar con agrotoxicos en una granja en Argentina.

Niños en las calles, vendiendo dulces, limpiando parabrisas, haciendo malabares, boleando zapatos. Niños en el campo, en la pizca, haciendo una labor muy dura y cansada, sin tiempo para descansar, para comer, ni por supuesto para estudiar.  Golpeados, abusados, tristes y sin futuro, esas son las historias de varias generaciones y de las que están por venir.

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