Entre atentados en la Europa Occidental, la crisis de los refugiados Sirios (que se conoce por sus implicaciones para Europa), la guerra en Yemen parece haber caído en el olvido.

Ubicado en la península arábiga, Yemen es uno de los países económicamente más pobres de la región en que el índice de mortalidad de menores de cinco años supera el 61%  en estadísticas que hoy, seguramente han aumentado debido a la guerra que azota al país desde hace ya un año y que cada día deja muertos o heridos a seis menores.

Hace unos días la fotografía de Udai Faisal, un bebé de apenas cinco meses que yacía hospitalizado presentando signos de malnutrición severa, diarrea y una infección en el pecho. Luego de varios días en el hospital y de infructuosos intentos por estabilizarlo el pequeño Udai murió. Udai Faisal murió de hambre en pleno siglo XXI donde los teléfonos inteligentes, la tecnología y el internet, es indigente y vergonzosa la muerte por hambre.

Su muerte ha abierto un nuevo debate en torno a este conflicto que parece ya rozar la catástrofe humanitaria cuya cara más terrible es la falta de alimentos que amenaza la vida y desarrollo de los más vulnerables: los niños. El Programa Mundial de Alimentos calcula que casi la mitad de las 22 provincias de Yemen se encuentran en situación de urgencia alimentaria y que hay cerca de 13 millones de ciudadanos que pasan hambre, la mayoría de ellos niños y según datos de Unicef hay aproximadamente 320,000 menores de cinco años en peligro de malnutrición severa.

Yemen lleva un año inmerso en una guerra que abarca a toda la región, en un embargo económico que no ha hecho más que recrudecer las condiciones para los civiles, embargo y bombardeos encabezados por una Arabia Saudí que parece no terminar de perdonar al país el haber apoyado a Iraq en la guerra  del Golfo de principios de los 90 y que podría considerarse como el principio del holocausto económico en que se ha sumido Yemen desde entonces.

Una guerra que sigue teniendo como causa principal las reservas de gas y petróleo de la zona y en especifico del país, los niños de Yemen se han convertido en un daño colateral. Una tercera parte de los muertos en esta guerra son niños.

Sin agua, sin alimentos, sin electricidad, sin equipo médico ni medicamentos, con la mayor parte de la infraestructura dañada por los bombardeos, los niños de Yemen enfrentan la peor realidad posible sólo compartida por otros pequeños en el mundo que viven bajo el fuego de guerras planeadas a miles de kilómetros de ellos, mientras que sobre sus cabezas siguen pasando los aviones de combate que han logrado destruir lo poco que tenían y matar a sus familiares y amigos.

Otra foto, otro pequeño. Igual que la imagen de Aylan Kurdi o la de Marcos Miguel Pano, bebes que perdieron la vida debido a las guerras (en Siria y en México), la de Udai es otra fuerte, fuertísima imagen. Un impacto, un flash. Se te revuelve el estómago, tu nariz se afloja, enjugas una lágrima. La imagen duele, pero duele más que luego de verla en un tweet, en un post de facebook, en una nota de prensa, se olvide y se pase a lo que sigue.

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